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Coloquio "El Sueño de la Integración Latinoamericana 50 Años Después"
Palabras del Secretario General, Embajador José F. Fernández Estigarribia, en la apertura del Coloquio "El Sueño de la Integración Latinoamericana 50 Años Después"
08/10/2010

Estamos aquí reunidos para celebrar los 50 años de la Asociación Latinoamericana de Integración. Como pasa en el mundo de hoy, ya nadie sabe el nombre oficial; ha sido reducido a una síntesis: ALADI.

Para muchos de los que nos acompañan, la querida ALADI, antes de que se equivocaran y me eligieran Secretario General, no había percibido ese fenómeno. Para numerosas personas es una institución estimada. Podría ser porque ALADI es la integración silenciosa.

Ha logrado crear un grupo de funcionarios capaces, que no están en los primeros planos, y ello les permite desarrollar una infinidad de tareas; seguramente no las grandes decisiones, pero sí el cumplimiento eficiente del sustento jurídico de numerosas resoluciones políticas que se toman en otros ámbitos.

Cuentan que en Waterloo, no estaba al lado del Emperador el Mariscal Berthier, su Jefe de Estado Mayor. Había decidido no acompañar a Napoleón en la aventura de los Cien Días. El gran guerrero seguía dando las órdenes propias de su genio militar, pero junto a él no estaba el que las convertía en una máquina de precisión: el momento exacto de reforzar el centro o avanzar a la derecha.

Con ALADI pasa lo mismo. Se cumplen las consignas dispuestas en los ámbitos políticos, a veces con acierto y en otras con las imperfecciones de las instituciones humanas. Hay victorias y retrocesos. Mas casi increíblemente estamos cumpliendo los 50 años.

La mirada del Secretario General puede tener disyuntivas. Hacer un recuento, breve por cierto, de lo que se realizó en este período, o mirar el porvenir. “Recuerdos del porvenir”, es el título de ese maravilloso libro de la gran mexicana Elena Garro. Pero antes de incursionar en las ideas, en mi caso no muy claras, permítaseme dar algunas gracias.

En primer lugar, a Don Enrique Iglesias, que dirige la Secretaría General Iberoamericana, la institución que hoy nos cobija y nos hace este regalo. Suya fue la idea de celebrar los 50 años con un coloquio del pensamiento. No existe mejor manera de conmemorar un aniversario que convocar a políticos, diplomáticos e intelectuales de diversas latitudes, de los países que integran nuestro Tratado Madre, para pensar juntos cómo desarrollarlos.

No están todos los invitados. En estos tiempos de vida agitada, es difícil que se pueda dejar lo que nos ocupa, aunque se tenga el mayor de los deseos de cumplir con la SEGIB, con la ALADI, y sobre todo con Don Enrique.

Por eso aumenta en grado sumo el reconocimiento a los expositores de hoy, que han venido a darnos su ilustre pensamiento de cómo deberá ser nuestro proceso en los próximos 50 años, que, a no dudarlo, los vamos a cumplir.

Debo detenerme en ustedes, en este maravilloso público que hoy nos acompaña en horas inusuales, y es una muestra de cierta corriente de simpatía que despierta la idea de la integración. A todos nos alienta que estén con nosotros, por lo que representan por sí mismo, y porque sin darse plena cuenta, también expresan corporalmente el sentimiento de los innumerables mensajes de felicitación y aliento que recibimos en estos días.

Sería interminable extender el recuerdo a todos los que forjaron y ayudaron en este ideal. Sólo quiero mencionar, en un abrazo simbólico, a los países que integran nuestra Asociación, porque sus grandes hombres fueron capaces de interpretar a sus pueblos, y comprender que integrar es ceder algo para juntos ser más soberanos.

Pero estoy cierto que todos esos países me piden que mencione a uno, al Uruguay, donde está nuestra Sede, en toda esta ya larga existencia. A su Gobierno, a sus autoridades de todos los niveles. A los que nos abren sus puertas todos los días. Al Uruguay de la democracia, de las libertades, de sus cafés, de sus librerías mal iluminadas, de sus habitantes de a pie, y de su maravilloso “aquí naides es más que naides”.

En fin, aquí se vino a escuchar a los expositores y no al Secretario General. El título de nuestro coloquio, discutido por algunos, es “El Sueño de la Integración”. En estos días, para sorpresa de muchos, se presenta con éxito de público -sobre todo de jóvenes- en el San Martín de Buenos Aires “La Vida es un Sueño” del gran Calderón de la Barca; y de súbito nos viene a la memoria a Segismundo recitando “¿Qué es la vida? Un frenesí. / ¿Qué es la vida? Una ilusión, / una sombra, una ficción, / y el mayor mal es pequeño; / que toda la vida es sueño /y los sueños, sueños son”.

Sí, todos los recitamos en la escuela. Calderón de la Barca, el antepasado del otro Calderón de la Barca, el canciller español que reconoció la independencia de nuestros países, seguramente porque le influía ser el tío de Manuel Belgrano. Por todo ello y mucho más, no es el “fin de la historia”.