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Incorporación al Comité de Representantes del Excelentísimo Señor Embajador Carlos Appelgren Balbontín, Representante Permanente de Chile
Discurso del Embajador Carlos Appelgren Balbontín
02/16/2005

Señora Presidenta, señor Secretario General, señoras y señores Representantes Permanentes, Invitados Especiales, colegas de la Embajada de Chile, amigas y amigos.

Es para mí un motivo de intima satisfacción y un gran honor, ser recibido por ustedes en mi calidad de Representante Permanente de Chile ante esta Asociación, la de mayor importancia y trascendencia en el proceso de integración latinoamericano.

Tener el mandato y la potestad de ser la voz de Chile en este alto foro y poder compartir los debates que se verifican en esta sala, participando del proceso de toma de decisiones respecto de nuestro sistema de integración regional, con el cual mi país esta particularmente comprometido, tiene un profundo significado profesional y personal para mí.

No podría ser de otra manera ya que el tema de la integración latinoamericana ocupa un lugar prioritario en la política exterior de mi gobierno. Chile, desde los albores de la independencia, ha estado presente en la causa de la integración regional.

Como ustedes saben, desde hace mas de medio siglo estamos empeñados en América Latina en un esfuerzo integrador de proporciones. La idea de constituir un mercado común en nuestra región se remonta al año 1949, cuando la CEPAL publicó el documento “Estudio económico sobre América latina”, luego en la reunión de Ministros de Hacienda latinoamericanos, en 1954, se explicitó por primera vez la idea de establecer un mercado regional.

En 1957, en la conferencia de la OEA realizada en Buenos Aires, se aprobó la Resolución 11, que plantea la “recomendación sobre un mercado común latinoamericano” y señala la conveniencia de establecer gradual y progresivamente, en forma multilateral y competitiva, un mercado común en nuestra región.

En 1960, se crea la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, que se perfecciona hace ya un cuarto de siglo con la firma del Tratado de Montevideo, que da origen a esta Asociación Latinoamericana de Integración.

Al mismo tiempo, se van creando distintos referentes de integración subregional que, como el Mercado Común Centroamericano, el Mercado Común del Caribe, la Comunidad Andina de Naciones y el MERCOSUR, componen una variedad de instrumentos vigentes que dan forma y expresión a un nuevo esfuerzo de integración entre nuestras naciones.

Cuando hablamos hoy de la nueva integración latinoamericana, estamos aludiendo a la dinámica que se estableció en nuestra región en la década pasada y que por primera vez muestra elementos objetivos que nos permiten vislumbrar el inicio de un vigoroso proceso de regionalización, que esta teniendo una profunda trascendencia para nuestros países.

Con menos retórica que antes, el proceso de integración, de cooperación, de fortalecimiento del comercio y la inversión intrarregional, de participación conjunta en los temas de la agenda global, ha ido ocurriendo. Tal vez este proceso no se ha ido dando de una manera extremadamente sistemática, probablemente ha ido evolucionando sobre la base de superar problemas coyunturales y en el contexto de una dinámica global que le es propicia, pero el resultado que hoy día podemos apreciar arroja un balance mucho más positivo que el que tuvo en el pasado.

Los procesos endógenos de desarrollo, de sustitución de importaciones, de protección exagerada que caracterizaron las décadas pasadas, han sido reemplazados hoy por una creciente simetría estructural, acompañada de un proceso cada vez mayor de apertura en la economía mundial. En que el comercio internacional y el flujo de capitales han crecido en forma extraordinaria.

Este proceso globalizador y la necesidad de competir paralelamente en un sistema ampliado, nos obliga a fortalecer la unidad para lograr una participación acorde con nuestros intereses y un acceso adecuado a los megamercados que cada vez adquieren mayor importancia en el comercio internacional.

En ese contexto, existen particularidades que son propias de nuestra región y que, como producto de la maduración institucional que han experimentado nuestras naciones, conforman una tendencia indiscutible que favorece el proceso de integración latinoamericana.

Distingo básicamente cuatro elementos que sustentan en forma sólida este nuevo proceso integrador:

En primer término, la afinidad sistémica, ya que las experiencias históricas de integración que existen y que han tenido algún grado de éxito, han contado con un alto componente de afinidad política entre sus miembros. Afinidad no es sinónimo de identidad pero implica la existencia de elementos comunes en cuanto a la generación del poder y la adhesión a determinados principios y valores. Creo que ese es el contexto que existe hoy en Latinoamérica, en que la democracia es un elemento fundamental de nuestro ordenamiento político y, así se debe mantener.

En segundo lugar, creo que existe hoy un proceso de desarrollo económico en América Latina que facilita la dinámica de integración. En efecto, junto con la superación de las últimas crisis y la implementación de reformas estructurales en algunos de nuestros países, se ha ido generando un cierto grado de consenso en materia de desarrollo económico, en la medida en que la mayoría de esas reformas se encaminan hacia objetivos similares.

Si bien cada país tiene su propia realidad y cada gobierno soberanamente implementa su programa de desarrollo económico, es cierto que hoy los parámetros de ese desarrollo se han hecho más comunes y, en general, apuntan en la misma dirección. Esto, más allá de cualquier consideración ideológica.

En tercer lugar, es importante considerar que este esfuerzo de integración de nuestras economías al mundo global y, por lo tanto, la relación que se da entre ellas, se realiza con el aporte de un creciente número de agentes económicos, desde una perspectiva de mayor cohesión, en que el esfuerzo del Estado, es acompañado por el sector privado y las organizaciones gremiales y sindicales.

Ello es importante por cuanto el rol del sector privado en el proceso de ahorro e inversión de nuestras economías es indiscutible. De la misma forma, hoy la interlocución con las fuerzas sindicales se manifiesta cada vez más como una negociación exitosa y no como un conflicto.

En otras palabras, la cohesión social y la coincidencia de intereses económicos entre los diversos sectores, facilita también el esfuerzo integrador en que estamos empeñados.

El cuarto de los elementos de importancia en este proceso, se da a través del notable desarrollo que ha tenido el dialogo directo entre mandatarios y altas autoridades de nuestros países. Esta denominada “diplomacia directa”, ha ido estableciendo un sistema de comunicaciones permanentes, que complementa la frecuencia de las reuniones cumbre que se desarrollan en la región.

Estos cuatro elementos, a mi juicio constituyen una base cada vez más sólida, dentro de un contexto mundial complejo, que nos permite ir trabajando juntos en este proyecto tan anhelado que es la integración latinoamericana y cuya expresión más trascendente se da precisamente aquí, en esta Asociación.

Es aquí, donde a partir del XI Consejo de Ministros realizado en agosto del año 2000, se inicia un trabajo para evaluar el funcionamiento del Tratado de Montevideo y, al mismo tiempo, comienza un proceso de reflexión acerca del rol futuro de ALADI.

Chile se sumó con entusiasmo a este proceso, que fue asumido por este Comité de Representantes, con el apoyo técnico de la Secretaría General. Ello permitió elaborar un primer informe al Consejo de Ministros que se desarrolló en diciembre del 2001. Ese mismo Consejo de Ministros destacó en forma expresa el rol de la ALADI como el principal foro y el marco institucional de la integración de nuestra región.

A partir del año 2002 y hasta el día de hoy, la dinámica de esta Asociación fue adquiriendo un nuevo ritmo y se fueron suscitando nuevas situaciones, tanto por la profundización entre los países miembros de los Acuerdos de Complementación Económica (ACE) existentes, como por la firma de otros acuerdos y tratados de libre comercio. Ello, dentro del contexto de un creciente progreso en la institucionalización de los esquemas subregionales.

Es así como el Consejo de Ministros realizado en octubre del año recién pasado, recoge los resultados de este proceso. He revisado con la máxima atención las resoluciones de ese consejo y veo en ellas una hoja de ruta muy ambiciosa, con una gran visión de futuro. En ella se plantean, en primer término, las Bases para la Creación del Espacio de Libre Comercio; en segundo lugar, se distingue el rol central de ALADI en el desarrollo de ese proceso y se establece la necesidad de adecuar su estructura para ello; y, por último, se reitera la necesidad de aplicar a plenitud el trato preferencial y diferenciado para los países de menor desarrollo relativo (PMDER).

Chile, no sólo coincide con estos objetivos, sino que reitera su compromiso para lograrlos y reafirma una vez más el rol central de la ALADI como el marco institucional del proceso de integración económica en nuestra región.

En ese contexto, trabajaremos incansablemente para consolidar un nuevo impulso político al proceso de integración, que se manifieste en la transición efectiva desde la actual área de preferencias de bienes hacia un espacio de libre comercio, también creo que los acuerdos can – MERCOSUR generan una nueva red comercial más profunda a la que se suman los acuerdos de Chile con México, todos ellos dentro del tratado de Montevideo. Como ustedes saben, en total hay cerca de 100 acuerdos y protocolos que deben ir a la convergencia y la armonización y que ya cubren casi el 90% del universo con arancel 0.

Este nuevo aliento en el proceso de integración debe ir acompañado por la incorporación de los nuevos temas del comercio, tales como servicios, inversiones, compras gubernamentales, solución de controversias, y otros, para seguir adelante y profundizar las condiciones que nos permitan aumentar los volúmenes del comercio y la competitividad regional.

El Tratado de Montevideo es el marco jurídico indicado para incluir estas y otras iniciativas de profundización comercial y los nuevos temas que van surgiendo en la agenda común. Asimismo, permite la concertación de los esquemas subregionales existentes, sin sustituirlos.

En un mundo cada vez más interconectado y por lo tanto globalizado, vemos como una necesidad que ALADI establezca una estrategia de relacionamiento con otros espacios de integración. En efecto, debemos profundizar el dialogo institucional, entre otros, con la unión europea, el APEC, la OMC, haciendo un seguimiento de las negociaciones que se realicen, en particular las de la Ronda de Doha, con el fin de tener una mayor capacidad de concertación del interés regional y poder ofrecer apoyo técnico para nuestros negociadores en esos foros.

Por otra parte, en días recientes, ha cobrado fuerza un planteamiento para reorganizar la secretaría general. Este es un tema que estamos estudiando con especial detenimiento y sobre el cual nos pronunciaremos oportunamente.

Sin embargo, coincidimos en la necesidad de adecuar la actual estructura al desafío de construir un espacio de libre comercio, a modernizar nuestra institucionalidad para que esté acorde con las exigencias del mundo global y pueda servir efectivamente a los imperativos que nos impone hoy el proceso de integración regional.

Señora Presidenta, señoras y señores Representantes, amigas y amigos, me sumo con entusiasmo a este histórico esfuerzo común. Tengan ustedes la seguridad de que persistiré en la senda que ya han recorrido algunos de mis ilustres predecesores y permítanme destacar el aporte que realizaron, entre otros, los embajadores Raymundo Barros, Augusto Bermúdez y, más recientemente, Héctor Casanueva. Espero, con la ayuda de todos ustedes, estar a la altura de tan destacados Representantes Chilenos y poder así, no sólo realizar el modesto aporte que mis capacidades permitan, sino que, fundamentalmente, poder contar con la confianza y la amistad de todos ustedes.

Muchas gracias