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Despedida del Comité de Representantes al Emb. Juan F. Rojas Penso
Palabras de despedida del Secretario General Emb. Juan F. Rojas Penso
03/17/2005

Como todo proceso histórico, la integración desarrollada en el marco del Tratado de Montevideo 1980 durante los últimos seis años, ha discurrido entre expansiones y contracciones determinadas por diversos factores de distinta naturaleza, políticos, económicos y sociales originados dentro y fuera de la región, así como por aquellos atribuibles al propio proceso. Sin embargo, ninguno de ellos, o la ocurrencia de varios en forma simultánea, constituyeron una fuerza capaz de impedir el incremento de las interrelaciones entre los países miembros.

En un contexto internacional poco favorable, las recurrentes crisis enfrentadas por los países de la Asociación afectaron la evolución de sus respectivas economías, agravando la situación social que ya los acuciaba e, incluso, poniendo a prueba la gobernabilidad y estabilidad de los regímenes democráticos. Ello explicó la disminución de la dinámica negociadora, así como la activación y uso de mecanismos de excepción pero que, en ningún caso, condujeron a la disolución de compromisos plasmados en los acuerdos vigentes.

Esa situación que prevaleció entre los años 99 y 2002, comenzó a revertirse al año siguiente y se consolidó en el 2004. Y es precisamente en ese año, cuando se conjugan la espectacular recuperación de las economías con la voluntad política de los gobiernos para acelerar las negociaciones. Resultante de ello es que hoy podemos exhibir que 49 de las 66 relaciones bilaterales posibles entre los países miembros, corresponden a acuerdos de libre comercio y esperar que en el año 2007 se encuentre plenamente liberado el 87 por ciento del comercio intraregional, cuyo monto global ascendió a la cifra récord de poco más de 61 mil millones de dólares el año pasado.

Como ya es una constante, el 70% de ese comercio será de manufacturas, aunque debemos reconocer que los niveles de complementación siguen siendo bajos como consecuencia del bajo grado de complejidad tecnológica de los productos intercambiados. Vale sí resaltar, que para la mayoría los países miembros, el mercado de la ALADI es el principal y, en algunos casos, el único destino de este tipo de exportaciones, en tanto que para varios países, ese mercado se constituye en el destino del 40 por ciento o más del total de sus respectivas exportaciones.

Esta realidad comercial, sin embargo, no es la única muestra del incremento y, por cierto, diversificación de las interrelaciones entre los países. La región es objeto de la radicación de montos sustantivos de inversiones de origen regional en variados sectores productivos, tanto de bienes como de servicios que, en muchos casos, están vinculadas al desarrollo de proyectos conjuntos entre dos o más países. Asimismo, cada vez es más apreciable la circulación de personas nacionales de los países miembros que se trasladan, por diversos factores y sin mayores obstáculos, entre los territorios de los propios países en forma transitoria o en la búsqueda de una nueva radicación. Sería corto el tiempo para continuar ejemplificando la innumerable cantidad y diversidad de formas de interrelación establecidas en la región.

Así, paulatinamente se fueron sentando las bases para que en el mes de octubre pasado, el Consejo de Ministros pudiese evaluar las posibilidades de recuperar el proyecto multilateral de integración, mediante la articulación de los acuerdos bi y plurilaterales vigentes en el ámbito de la Asociación y de aquellos que puedan concretarse en el futuro inmediato. De esta manera, la ALADI está dando un salto cualitativo de trascendental importancia no solo para sus países miembros, sino que ello seguiría abonando el camino para que la región, en su conjunto, y Sudamérica, en particular, se configure en una unidad geopolítica capaz de hacer sentir su peso y su voz en el concierto internacional, especialmente, en las negociaciones con países y bloques de extrazona, así como en foros multilaterales.

Ese proyecto multilateral de integración va a comenzar a adquirir forma a través de la conformación de un Espacio Libre Comercio con la participación de los doce países miembros, sin exclusión alguna, y que, tal como se prevé, requerirá la incorporación de un conjunto de materias que si bien ya forman parte de la agenda internacional, exigen un tratamiento específico para la región, de manera tal que no se constituyan en un obstáculo adicional al comercio u otro tipo de interrelación que pueda establecerse entre los países. No obstante la voluntad política que prima, el desarrollo de ese proyecto, de ninguna manera, estará exento de amenazas, especialmente, de origen externo vinculadas con la unipolaridad prevaleciente en el sistema mundial. Planteará, asimismo, desafíos trascendentales para los países y la Asociación considerada en su conjunto.

Estos desafíos están latentes en cada una de las materias que estructurarán el ámbito en el cual deberá desarrollarse el Espacio. La compatibilización de normas con miras a su armonización, incluyendo aquellas que conformarán la nueva agenda de la Asociación; la integración física entendida en su acepción más amplia; el tratamiento a las asimetrías, tanto nacionales como regionales; y las políticas financieras y monetarias constituyen desafíos ineludibles para la viabilidad del proyecto multilateral perfilado como imagen objetivo de la ALADI para la próxima década. En este proyecto deben y tienen que participar todos los países miembros.

No obstante, el de mayor envergadura se refiere a la disposición política acompasada con la necesaria comprensión y flexibilidad que habrán de primar en las negociaciones comerciales para que el Espacio adquiera, efectivamente, un carácter regional. De lo contrario, carecería de sentido y pecaría, como en otras negociaciones de similares características, por la exclusión como fuente disociativa ignorando, entonces, los Principios del Tratado de Montevideo 1980.

Adicionalmente, en el marco del Tratado, como ya lo señalé, la región ha logrado conformar una red de acuerdos de libre comercio que le han permitido estructurar una sólida “integración de demandas”. Sin embargo, esa red no ha sido capaz de proyectarse hacia el desarrollo productivo, lo cual explica, en gran medida, la limitada complementariedad que se pone de relieve en el comercio intrarregional.

Es indudable que ello encuentra su razón de ser en que, con algunas excepciones, los países dejaron de lado la aplicación de políticas activas de desarrollo librando la asignación de recursos a las fuerzas del mercado. Esta realidad se reflejó totalmente en los acuerdos de integración limitando, entonces, las posibilidades de éstos de influir sobre la estructura productiva de los países participantes.

A la no aplicación de políticas activas de desarrollo se sumó la ausencia generalizada de políticas nacionales de desarrollo científico y tecnológico, cuestión que, igualmente, se reflejó en los acuerdos de integración.

Otro gran desafío, entonces, lo constituye la incorporación de acciones concretas en esas dos áreas vitales, como lo son las políticas de desarrollo productivo y la ciencia y tecnología, para conceder a la integración un papel protagónico en el desarrollo económico de nuestros países. La acción conjunta en ambas materias actuaría como efecto multiplicador, en primer lugar, sobre la diversificación de la estructura productiva; y, en segundo término, estimulando la inversión y la generación de empleos creando condiciones para el surgimiento de economías de aglomeración que se potenciarían al extrapolarse al mercado ampliado.

Sin embargo, está más que demostrado que un proyecto de integración regional, no es viable si no centra su atención en el ser humano como sujeto y objeto de su acción. La integración, no puede seguir ignorando la realidad social que enfrentan los países latinoamericanos.

El hambre, la miseria, el desempleo, la reaparición de las enfermedades endémicas, el analfabetismo, en síntesis, las fuerzas resultantes del modelo de exclusión social a que hemos sido sometidos, no pueden continuar ausentes en nuestra agenda integracionista. Carecería de sentido todo lo que se pueda programar en el ámbito económico si seguimos siendo incapaces, como lo hemos sido hasta el presente, de no diseñar acciones conjuntas para contribuir a enfrentar estos gravísimos problemas que son comunes a todas nuestras sociedades.

No proponemos que sea la ALADI la única organización que atienda esta problemática. Se trata de priorizar la acción concreta sobre el andamiaje económico que solamente será factible llevar a la práctica si somos, ahora sí, capaces de articular a las autoridades nacionales encargadas de estos ámbitos con los organismos regionales de integración y cooperación, no solo para evitar duplicidades como siempre nos piden, sino para complementar tareas que conduzcan efectivamente a la humanización de la integración.

El cúmulo de tareas que ahora ocuparán la agenda de la Asociación, reforzadas con las desarrolladas en el marco de los acuerdos subregionales y bilaterales brindan la oportunidad de ampliar la base de sustentación social que exige el proyecto que ahora se estructura. Ahora, corresponde ampliar los canales y medios de participación social para involucrar a un mayor número de actores al proceso de integración. Ese es el punto de partida para su democratización.

Solo así se sentarán las bases de una verdadera cooperación política entre los países miembros, esencia misma de la propia integración.

La nueva perspectiva que se le presenta ahora a la ALADI, exigirá una readecuación institucional para la adopción de decisiones acordes con las expectativas que se han generado. Los órganos políticos deberán desentrañar, entonces, temarios que les permitan superar las casi tradicionales decisiones y consideraciones programáticas y fiscales – administrativas para asumir el rol de verdaderos orientadores y decidores políticos de la integración regional, razón esencial de su creación. De lo contrario, carecerían de sentido nuevas convocatorias al Consejo y, aún más, mantener la actual estructura forma de funcionamiento del órgano político permanente.

Señora Presidenta, Señores Representantes:

La Secretaría General que tuve más que el honor, el orgullo de dirigir se ha venido preparando gradualmente para enfrentar los retos que, a todas luces, le iba a imponer la evolución de la integración.

Desde marzo de 1999, reorientamos nuestras acciones de manera tal que pudiésemos convertir a nuestra organización en una institución útil para los países, proceso éste que fue acompañado por un programa de racionalización administrativa. Para ello, pusimos en marcha un novedoso sistema de gestión basado en los principios de la calidad total persiguiendo hacer un mejor uso de los recursos humanos y procurando incrementar su productividad.

Los primeros resultados alcanzados, nos permitieron tomar la iniciativa de proponer una primera rebaja del presupuesto de la Asociación que a la fecha equivale a casi el 11% del monto presupuestado en el año 99 producto, por una parte, de una sustancial reducción del número de funcionarios. Por la otra, de una severa política de austeridad fundamentada en la contención del gasto.

Paralelamente, y como resultado de una multiplicidad de convenios suscritos con diversas universidades e institutos de enseñanza superior del país sede, llevamos a la práctica un programa de capacitación del personal en diversas áreas de interés para la organización en función de los objetivos propuestos, en tanto que se elevaron los niveles de calificación para la incorporación de personal a la institución, dejando de lado el clientelismo y haciendo caso omiso de cualquier tipo de presión.

Los esfuerzos de racionalización puestos en marcha, nos permitieron incrementar sustancialmente la calidad de los trabajos realizados y los servicios prestados, lo que conllevó a la recuperación del espacio perdido por la Secretaría General en el concierto de los organismos internacionales. Asimismo, abrimos nuestras puertas a la sociedad. El programa orientado a los niños, el apoyo al Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles del Uruguay, el desarrollo del programa “ALADI ... en las Artes”, la vinculación con el sector laboral y con minorías étnicas, entre otros, fueron desarrollados gracias al esfuerzo, sin contraprestación, de todos los funcionarios de la Secretaría General y que se tradujeron en el posicionamiento de la organización en la sociedad del país sede.

Luego de enfrentar durante los últimos dos años una situación financiera crítica, hoy entregamos una institución que podrá afrontar los gastos que exige su funcionamiento en los próximos dos meses, situación contraria a como la recibimos.

Señora Presidenta:

No puedo dejar de pasar la oportunidad para felicitar al Secretario General que me sucederá y desearle el mayor de los éxitos en sus funciones.

Al Dr. Didier Opertti, le entrego una Secretaría General técnicamente solvente, profesionalizada, conformada por un grupo humano excepcional, dispuestos al cambio y comprometidos plenamente con la causa integracionista. Ellos constituyen un invalorable capital para la región.

Señora Presidenta:

Por ser la última vez que me dirijo al Comité en mi condición de Secretario General deseo agradecer a los gobiernos de los países miembros por la confianza que depositaron en mí y el apoyo que me brindaron para el desarrollo de mis funciones. Al gobierno y pueblo uruguayo, por la hospitalidad que me brindaron y la oportunidad de haber podido compartir su historia contemporánea y cotidianeidad. Capítulo aparte para el Gobierno de mi país, Venezuela, no solo por la confianza, apoyo y colaboración que me brindó, sino que, por encima de cualquier cosa, por el respeto del cual siempre fui objeto en mi condición de funcionario internacional. Realmente, ello me enorgullece como venezolano.

Agradezco a todos y cada uno de mis “compañeros de viaje” de la Secretaría General por su apoyo, dedicación y comprensión. En especial, deseo hacer explícito mi agradecimiento a los Secretarios Generales Adjuntos que me acompañaron en mi gestión, Leonardo Mejía, Gustavo Moreno y María Teresa Freddolino, y al Jefe de mi Oficina, Jorge Rivero, con quienes compartí la dirección de la institución; así como al personal técnico y administrativo que estuvo a mi lado, fiel e incondicionalmente, a lo largo de estos últimos seis años.

Por cierto, no puedo dejar de evocar a mi familia. Testigo de desvelos, paciente ante la euforia y la frustración. Socios solidarios de esta misión.

Ningún acto o gesto mío será suficiente para agradecerles a todos la oportunidad que me dieron de vivir lo que viví.

Señora Presidenta, señores Representantes:

Hace seis años invoqué a la Divina Providencia para que me brindara su luz. Hoy vuelvo a hacerlo para agradecerle y rogarle que lo haga por el futuro de la integración de América Latina y el Caribe; y me ampare en las actividades profesionales que habré de emprender próximamente.

En breve cruzaré el umbral de la puerta de esta Sala dando por concluida una etapa de mi vida e iniciando otra. Me voy con la frente en alto y la conciencia tranquila, con la íntima satisfacción del deber cumplido. En este momento, si hay algún pesar que me aflige, es el de no haber cumplido todo cuánto soñé.

Muchas Gracias, Muito Obrigado, Señora Presidenta.