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Comité de Representantes recibe la visita del Excmo. Secretario de Relaciones Exteriores de México, Luis Ernesto Derbez
Discurso del señor Luis Ernesto Derbez, Secretario de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos Mexicanos
04/15/2004

Con gran satisfacción acudo a la sede de la Asociación Latinoamericana de Integración, organización a la que México orgullosamente pertenece, de la que es socio fundador y en la que participa con resuelto compromiso y entusiasmo.

Reconocemos en la ALADI a un foro de indudable prestigio, que promueve con determinación el proceso de integración de América Latina para asegurar su desarrollo económico y social.

México asiste con profunda convicción latinoamericana y lo viene haciendo así desde el origen mismo de nuestra organización. Durante estos años, la integración regional ha visto períodos estimulantes en la búsqueda de los objetivos planteados y otros menos alentadores, cuando nuestros países han enfrentado crisis económicas. Sin embargo, la organización preserva los fundamentos y el espíritu de unidad con que fue creada.

En el marco de la ALADI han surgido importantes iniciativas de integración subregional como la Comunidad Andina y el MERCOSUR, las cuales concluyeron negociaciones y firmaron un acuerdo de complementación económica para conformar una zona de libre comercio, que podría entrar en vigor en julio de 2004.

Este acuerdo constituye un instrumento de gran valor para enfrentar, conjuntamente, los retos que la globalización ha impuesto a la región. Por ello, México ve con beneplácito ese esfuerzo integrador.

La búsqueda de caminos adicionales que fortalezcan la integración ha sido uno de los elementos innovadores de la región. En este marco de acción conjunta se inscribe el Plan Puebla-Panamá, que es un proyecto en torno al cual se articulan importantes propuestas para el desarrollo entre las naciones mesoamericanas, así como la Iniciativa de Integración Regional Sudamericana. Con la conjugación de ambos mecanismos, que ponen acento en la infraestructura con un fuerte sentido social, América Latina quedará integrada físicamente.

Todos estos trabajos forman parte activa de la voluntad de unidad de nuestras naciones y, sin duda alguna, serán una contribución efectiva a la elaboración de las bases de un espacio de libre comercio, tarea que surgió como un mandato de este Consejo de Ministros con la finalidad de otorgar mayor impulso a nuestra unión.

Los trazos inciertos del mundo contemporáneo nos obligan a actuar en forma concertada para reducir vulnerabilidades. Esto nos hace volver la vista, necesariamente, hacia la Asociación y apoyarnos en ella para agregar fortaleza a las negociaciones y a la formulación de acuerdos bilaterales y multilaterales, que nos permitan una mejor y más eficiente inserción en la economía mundial.

México siempre ha mantenido en alto su voluntad política de integración con las naciones hermanas de América Latina y el Caribe. Esa es la prioridad de una política exterior dinámica, propositiva y solidaria, que se extiende hacia todos los campos de la actividad, lo mismo en la concertación política que en la suscripción de acuerdos de libre comercio o en la ampliación de los cauces de la cooperación científica, técnica, educativa y cultural.

La activa presencia de México ha estado en la creación de instituciones como ésta y en el establecimiento de mecanismos de consulta política y concertación de intereses entre las naciones de la región. Buscamos soluciones propias a nuestros grandes problemas. Pero no nos encerramos en visiones parroquiales. Estamos convencidos de que, en la nueva arquitectura mundial, las concepciones cerradas y rígidas sólo nos conducirán a un aislamiento profundamente riesgoso y estéril.

México cree en el diálogo como la llave maestra de la prevención de conflictos. Por eso, privilegia las iniciativas diplomáticas que tienen como fundamento el sustrato de nuestras culturas, cuyas raíces nos hermanan en la región y nos hacen presentes en el mundo.

Para nosotros, la integración es un proceso de gran amplitud que involucra valores, principios e intereses comunes. El motor es el impulso a la capacidad productiva de las naciones pero toca aspectos políticos y culturales de la mayor importancia.

Esta es la razón por la que el presidente Vicente Fox ha señalado la prioridad que tiene el proceso de integración en la política exterior de México y, por ende, el valor extraordinario que atribuye a los trabajos y a la consolidación de la ALADI como el foro por excelencia para conducir la unidad de nuestros países.

México es parte entrañable de la comunidad de naciones latinoamericanas. Esta es una condición histórica y es, al mismo tiempo, una constante de nuestra posición estratégica en el mundo. Por ello, deseamos avanzar con pasos firmes en la concreción de acciones que nos permitan complementar las economías, concertar decisiones políticas y afianzar las corrientes culturales que nos identifican.

Debemos trascender los aspectos retóricos de la integración para concentrarnos en avances específicos, día a día y paso a paso. Es indispensable dejar atrás las etapas de las declaraciones doradas y encaminarnos al trabajo cotidiano en busca de resultados tangibles, sentar las bases de nuestros objetivos de cooperación en favor de la competitividad de nuestros sistemas productivos y superar desconfianzas para adoptar verdaderas posiciones conjuntas hacia el desarrollo.

El mundo no espera. Se transforma aceleradamente en un proceso de riesgos y oportunidades que nos obligan a estar atentos a la evolución de los cambios y a orientarlos con la suma de nuestras fortalezas. Se configuran nuevos escenarios y nacen áreas de libre intercambio de bienes y servicios, los mercados internaciones se caracterizan por ráfagas inestables de gran volatilidad y aumenta la vulnerabilidad de numerosos países. Este es el perfil de un mundo cambiante, que nos impone la necesidad de modernizar nuestras concepciones de la integración regional.

México sostiene la visión, avalada por los resultados, de que gracias a la libertad de comercio y de inversión las economías se integran más intensa y eficazmente, lo que a su vez fomenta la estabilidad y permanencia de los flujos financieros, el crecimiento económico y el desarrollo social.

Durante los últimos años, México ha actuado con determinación para abrir su economía a las corrientes internacionales, lo que incrementó su eficiencia productiva y le permitió competir con ventaja en los mercados mundiales.

Hemos avanzado notablemente en la diversificación de nuestras exportaciones. Hace pocos años los hidrocarburos representaban más del 80% del total de las ventas. Hoy el 88% de ellas corresponde a manufacturas, que se envían a través de 4,795 diferentes fracciones arancelarias, lo que demuestra el alto nivel de competitividad de nuestra industria manufacturera.

En estos logros sobresale el impulso que hemos dado a los Tratados de Libre Comercio. Para México, estos acuerdos, tanto en lo bilateral como en su impacto regional, representan pasos intermedios hacia un régimen multilateral de libertad de comercio.

Los países de la ALADI intercambian con el resto del mundo alrededor de 602 mil millones de dólares, de los cuales 318 mil millones son exportaciones, cuando en 1991 sólo ascendían a 126 mil millones. El año pasado, el comercio intrarregional alcanzó los 43 mil millones de dólares, cifra que se incrementó en 11% en relación con el año 2002.

Constituimos un mercado de casi 470 millones de habitantes, por lo que el incremento de los intercambios y la complementación de las economías, con estrategias y acuerdos de libre comercio e inversión para el empleo, constituyen instrumentos viables para elevar la calidad de vida y el desarrollo.

México ha diversificado sus estrategias de libre comercio. Su primer acuerdo en la materia lo suscribió con Chile y ha sido muy exitoso. De hecho, se ha convertido en referencia para la ulterior negociación de tratados semejantes, el más destacado de los cuales es el que firmamos con Estados Unidos y Canadá para integrar un área de libres intercambios en América del Norte. De igual manera, al concretarse próximamente las negociaciones que mantenemos con Japón, la economía mexicana estará vinculada con las potencias y áreas comerciales más grandes del planeta: Europa, Asia-Pacífico y Norteamérica.

Ello no significa que hayamos descuidado nuestra presencia en América Latina. Por el contrario, hemos dado avances significativos en forma paralela con países de la ALADI. Simultáneamente, en una intensa actividad negociadora alcanzamos un Tratado de Libre Comercio con el Grupo de los Tres, integrado por Colombia, México y Venezuela, así como con Bolivia y con Costa Rica, convenios que entraron en vigor al mismo tiempo, en 1995.

En este mismo orden de ideas, suscribimos también Tratados de Libre Comercio con Nicaragua y con el Triángulo del Norte, compuesto por Honduras, Guatemala y El Salvador.

Recientemente, en noviembre de 2003, firmamos con Uruguay un Tratado de Libre Comercio que constituye el primer instrumento de esta naturaleza que nuestro país acuerda con una nación integrante del MERCOSUR. Este convenio representa un fuerte eslabón en el proceso de integración regional.

En la actualidad, México mantiene vigentes 21 Acuerdos de conformidad con los mecanismos previstos en el Tratado de Montevideo de 1980, constitutivo de la ALADI. De ellos, 7 son de alcance regional y 14 de alcance parcial.

Si bien nos importa avanzar en el libre comercio, también nos parece indispensable alcanzar mejores resultados en la naturaleza y en la calidad de los intercambios, así como en los volúmenes y la orientación de las inversiones. Los tratados que hemos suscrito han propiciado resultados en verdad satisfactorios. Por ejemplo, desde la entrada en vigor del que mantenemos con Chile el comercio entre las dos naciones se incrementó en 624%.

Los instrumentos que hemos suscrito con Bolivia, Costa Rica, Colombia y Venezuela también han contribuido a aumentar el comercio total en un promedio de más de 138.4%. En 1994 exportábamos 586 millones de dólares a esos países y nueve años después dicho monto se incrementó a 1,090 millones de dólares, lo que representó un crecimiento de 86%.

Por otra parte, a pesar de que en 1993 las inversiones disminuyeron, México continúa siendo el principal receptor de inversión extranjera directa en América Latina y ocupa el tercer lugar entre los países en desarrollo.

Señoras y señores:

A la vista de la dinámica de nuestro proceso de integración, en todos sus niveles, es conveniente reflexionar acerca del papel que la ALADI desempeña tanto en lo inmediato como en el largo plazo.

Creamos esta Organización para superar las limitaciones de la antigua ALALC pero establecimos, con toda precisión, el propósito de avanzar en forma gradual y progresiva hacia un mercado común en la región. Así, el Tratado de Montevideo abrió la puerta al expediente más flexible y pragmático de los acuerdos bilaterales y subregionales, que han mostrado una notable capacidad para dinamizar el comercio regional.

A México le preocupa la falta de atención a temas no arancelarios, de creciente importancia en la agenda comercial. Todos nuestros países están adquiriendo compromisos en estas materias a nivel multilateral y proyectan hacerlo en el ámbito hemisférico, en el marco del ALCA, por lo que nuestra Organización debería estar avanzando con más decisión y oportunidad en el tratamiento de los nuevos temas de la política comercial, que incluyen el comercio de servicios, las inversiones y la propiedad intelectual. De modo subrayado, la ALADI tendría que apoyar y capacitar a los países miembros en sus negociaciones hemisféricas y en la Organización Mundial de Comercio.

Señoras y señores:

Debemos reconocer que hoy, más que nunca, es necesario imprimir voluntad política y comprometer la decisión de nuestros gobiernos para que los mecanismos de integración nos lleven a más y mejores intercambios.

Es indispensable superar los obstáculos que dificultan y hacen poco atractivos el comercio y la cooperación entre nuestras naciones. La ALADI está llamada a promover un mayor dinamismo al proceso, a dotarlo de los instrumentos actuales de normativa comercial que exige la globalización y a ajustar concepciones para capacitar mejor a los agentes negociadores.

En particular, es preciso avanzar en la codificación de normas regionales modernas, que armonice los esfuerzos realizados por la vía de acuerdos parciales y que permita asegurar la articulación y convergencia de los procesos de integración.

Nada de ello será posible sin un claro compromiso político de los Estados Miembros para modernizar y afianzar a la Asociación. Es un momento crucial el que vive la ALADI y debemos admitir que el turno es de nuestros gobiernos para fortalecerla con un proyecto regional que deberá fundarse en un acuerdo integral, profundo y no excluyente.

En forma especial, es necesario que nuestra Organización avance hacia el establecimiento de un mecanismo efectivo de solución de controversias, que garantice el cumplimiento de los compromisos y asegure la confianza y la certidumbre de los actores económicos y comerciales. Sin este mecanismo, esencial para cualquier proceso firme y confiable de integración, la Asociación podría empezar a resentir la falta de previsión.

La ALADI deberá adaptar estructuras y métodos para responder mejor a la nueva dinámica de la integración, con base en una firme vocación de regionalismo abierto. Nuestra tarea es diseñar los mecanismos que ofrezcan un apoyo real a la igualdad jurídica y de oportunidades entre todos los miembros de la Asociación, con especial énfasis en el respaldo a los países de menor desarrollo económico relativo para superar esa condición.

México abriga la certidumbre de que contamos hoy con todos los elementos para emprender esta tarea y alcanzar los mejores resultados en beneficio de la integración. Las raíces que compartimos, la convicción de que tenemos que construir un destino común de bienestar para nuestros pueblos y la voluntad de compromiso de los gobiernos constituyen la mejor garantía de que sabremos abrir nuevos horizontes al desarrollo. México ofrece aquí la firmeza de su compromiso y la certidumbre de su vocación latinoamericana.