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Despedida del Comité de Representantes del excelentísimo señor Embajador Juan Manuel Abal Medina como Representante Permanente de Argentina
Discurso del Embajador Juan Manuel Abal Medina
12/19/2014

Como Chacho, tengo una sensación ambivalente. Para cualquiera que, como en mi caso, aborde la política en sus múltiples aspectos desde muy joven, poder estar en el Senado de la Nación Argentina representando a mi provincia, la Provincia de Buenos Aires, es un honor y un desafío enorme que, obviamente, me alegra muchísimo.

No por eso dejo de sentirme ambivalente porque considero que han sido meses muy provechosos, no me acuerdo de si lo hablábamos con Felipe o con el Embajador de Chile, con Eduardo, que parecía menos tiempo, solo unos pocos meses pero, si bien fueron solo seis meses, fueron enormemente productivos en términos institucionales para la ALADI y principalmente para mí.
En estos meses he podido aprender muchísimo, conocer muchísimo y estoy profundamente agradecido a todos y a cada uno de ustedes, empezando por mi gran amigo Chacho, a quien admiro.
Admiro su entrega para poder desempeñarse en tareas centrales, no cansarse de seguir todos los días. Ahora se va de viaje a Monterrey, estuvo antes en otra cumbre y se va a uno y otro lugar siempre con esta prédica de integración llevándola tan adelante que me motiva y vuelvo a sentir todo el orgullo que siempre he tenido por él.
Agradezco, también, a la Delegación de mi país. En primer lugar, obviamente a Rubén, que empezamos la carrera juntos hace ya muchísimo tiempo, pero también al resto: a Sergio, a Pablo, al amigo Colombo, a Victorio, a toda la Representación Argentina que me fue enseñando, teniéndome paciencia.
En mi caso, como Jefe de Gabinete, muchas veces cuando llega una tarea del ejecutivo nos acostumbramos a resolver temas en segundos. Ellos me explicaron que no, que los tiempos diplomáticos son distintos, que hay consenso de voluntades. Me tuvieron paciencia y me fueron enseñando tantas cosas del arte de la negociación y del arte de las relaciones internacionales, tan importantes en el mundo global que vivimos.
También, agradezco muy especialmente a cada uno de ustedes, a los que pueden estar presentes, a muchos amigos que hoy no están pero que mandaron sus saludos, y a los que tuve la suerte de saludar en la Cumbre del MERCOSUR porque aprendí muchísimo de ustedes.
Lo digo con mucha sinceridad porque quienes venimos de experiencias de ocupar espacios en los ejecutivos centrales, solos o acompañando Presidentes, muchas veces tenemos visiones, no diría de desvalorización, pero sí de cierto menosprecio hacia los ámbitos internacionales. Sentimos que las tareas de las Cancillerías o de las Embajadas no tienen tanta trascendencia en comparación con la política de debates que hacemos –a mí me tocaba, por ejemplo, discutir con Lula o con Dilma sobre algún tema y arreglarlo rápido–. Lo demás es un poco anecdótico.
Creo que esa visión que tengo por haber charlado con otros amigos de otros países que conforman el MERCOSUR, aunque también de Colombia y de otras naciones con las que me tocó charlar, no se conoce si no se está acá y no se entiende cómo cualquier decisión o idea que se manifieste, por brillante que sea, si después de construida, de materializada, de institucionalizada, queda simplemente en una buena intención, si no se plasma en las normas, si no es un compromiso, si no es eficiente, tiene más que ver con la literatura que con las relaciones internacionales y con la construcción de políticas públicas.
Por eso, mi principal agradecimiento a todos y a cada uno de ustedes por enseñarme estas cuestiones, como la construcción permanente y la búsqueda de consenso. Hoy tuvimos un ejemplo de esto y en las semanas anteriores tuvimos otro con un caso más complejo, pero igualmente interesante: el diferendo entre dos países tan queridos y hermanos como Chile y Bolivia, ejemplos de cómo la buena diplomacia, la buena tarea de buscar acuerdos, de consensuar y de construir nos permite hacer tantas cosas. En ese sentido, antes que nada mi profundo agradecimiento por haber aprendido de ustedes, pero también por el apoyo decidido que encontré desde el primer momento. Creo que fue en mi primera sesión, cuando me estaba presentando, que todos me acompañaron claramente con la declaración que acordamos a favor de la posición argentina contra los fondos buitre. Sentí lo mismo cuando nos tocó hablar de Malvinas y cuando se nos ocurrió proponer esta idea de la ciudadanía ilustre latinoamericana a Estela de Carlotto. Podrían haber puesto reparos, justos y lógicos, pero todos se sumaron con fuerza. Ayer encontré a Estela en un acto en casa de gobierno y estuve con ella en Guadalajara, y una y otra vez me manifestaba el enorme honor que sentía por ser Ciudadana Ilustre de América Latina, una persona que ha recibido premios en todas partes del mundo y que no era la primera vez que recibía una distinción de esta naturaleza. Cada vez que la veo me manifiesta: “¿Qué tengo que hacer por América Latina ahora que soy Ciudadana Ilustre?”.
Es muy valorable cómo se ha construido la institución, cómo la hemos construido entre todos, cómo hemos logrado esta solidaridad y esta fuerza que siento en una institución que, reitero, cuando me tocó ocupar este lugar prácticamente no la conocía. Para serles sinceros, lo único que sabía era que Chacho estaba a cargo y no mucho más. Cuando me puse a estudiar la importancia que tenía y cuando llegué a la Asociación, en seis meses pude presenciar cómo el comercio interregional se construye en la mesa, viendo a los empresarios en la mesa comprando, vendiendo, negociando, articulando, armando negocios. Me maravilló ver empresarios de todos los rincones de América Latina construyendo juntos, en lo comercial, en lo diplomático, en derechos humanos, en la conducción, en el día a día.
Esa es la mejor muestra de que estas instituciones funcionan y de que son realmente poderosas: cuando las vemos transformadas en realidad, con una Estela de Carlotto emocionada, con comerciantes que cierran negocios en distintas áreas de nuestra América Latina, cuando se solucionan problemas entre nuestros países, que es lo que le da cuerpo y es la principal lección que podemos tener.
Quiero manifestar el agradecimiento que siento por todos y cada uno de ustedes. Simplemente, muchas gracias. Voy a acompañarlos permanentemente. Seguramente, buscaré cualquier otra tarea, algún lugar en la Comisión de Relaciones Exteriores, para seguir permanentemente estas cuestiones. Sientan ustedes que tienen un amigo en Argentina, permanente y más fuerte que nunca.