...PRENSA


Incorporación del Excelentísimo señor Embajador José Félix Rivas Alvarado como Representante Permanente de Venezuela.
Discurso del Embajador José Félix Rivas Alvarado
05/20/2015

Muy buenos días a los presentes. En primer lugar agradezco al Presidente, al Secretario General, a los Embajadores, a los Representantes Permanentes, a Julio Chirino, el Embajador; y también a Elvis Urbina, es el Representante Permanente en UNASUR, que se encuentra acá por suerte, por casualidad, se encuentra en reuniones relacionadas con UNASUR; y a todos ustedes por este acto de bienvenida.

El Presidente Nicolás Maduro Moros me concedió al honor de representar a la República Bolivariana de Venezuela ante este organismo fundacional de la integración latinoamericana en el siglo XX.
Sin duda, largo y complejo ha sido el devenir de nuestra región en los últimos 55 años, pero muchos son los logros indiscutibles alcanzado por la ALALC y su continuidad en ALADI para asentar el objetivo prioritario explícitamente planteado en el primer Tratado de Montevideo de 1960, de expandir el intercambio comercial y la complementación económica entre los países de América Latina, destacándose que el logro de esos objetivos, el intercambio comercial y la complementación, en su momento no se planteó como un fin en sí mismo, sino como una de las claves para alcanzar una aspiración nacida desde esta región durante la segunda postguerra, esto es, el desarrollo económico y social de nuestros pueblos. Es habitual hoy escuchar, que frente a este peso histórico, algunos se apresuren para aclarar que esos eran otros tiempos, que no debemos vivir de la nostalgia, viendo por el retrovisor. Pero la fuerza de la historia, si es bien estudiada y comprendida, nos sirve para interpretar el presente y esbozar el futuro.

En este sentido, importa resaltar que hoy siguen pendientes muchos de los desafíos planteados desde hace tantas décadas. En primer lugar, la integración no puede desvincularse del análisis y los debates sobre los modelos o estilos de desarrollo y, este debate debe tomar en cuenta –como lo consideró esta organización en su época seminal- la vinculación de nuestras economías con un mundo altamente interrelacionado y con enormes cambios productivos, económicos, financieros, sociales y geopolíticos. La integración fue gestada en esta búsqueda del desarrollo frente a ese mundo completo que significó el reacomodo del capitalismo mundial que emergía a finales de los años 40, del siglo pasado. La integración replanteada hoy, debe contextualizarse desde las profundas transformaciones que han ocurrido y están aún en pleno proceso en ese entretejido de relaciones que llamamos economía mundial, en el cual destaca el gran poder de las corporaciones trasnacionales.

En segundo lugar, referir que, transcurrido este tiempo, persisten enormes diferencias de desarrollo entre los países denominados como más desarrollados o industrializados y más diversificados y los menos desarrollados, en general productores de materias primas estrechamente dependientes de los ciclos productivos y de demanda y precios para sus productos. Las relaciones entre los países de mayor y menor desarrollo fueron referidas muy atinadamente por el gran economista latinoamericano Raúl Prebisch como de centro y periferia, conllevando el análisis de límites estructurales en los términos de intercambio. Hoy como ayer la pregunta sigue presente ¿cómo pueden ser superados?
En tercer lugar, si la integración es hija del desarrollo, no hay que olvidar que el derecho al desarrollo tiene su raíz en el derecho a la independencia y a la soberanía. Algunos pueden pensar que soberanía e independencia se han vuelto obsoletas frente a lo que consideran las fuerzas ineludibles del progreso, de la globalización y de la modernidad. Pero la forja de la integración y la lucha por la unidad latinoamericana no se pueden desligar de los conceptos de soberanía e independencia. La Venezuela Bolivariana ha sostenido esta visión durante estos últimos 16 años. El Presidente Hugo Chávez se planteó este reto considerando la alternativa de un mundo multipolar. Por cierto, cuando vislumbró –desde finales del siglo XX- este mundo multipolar era considerado, por la mayor parte de los expertos, como una especulación.

El tiempo transcurrió y podemos constatar cuánto ha cambiado la geopolítica mundial. Destacando que, dentro de este nuevo marco, América Latina y el Caribe se han convertido en una referencia no sólo de discurso sino de práctica unitaria. ¿Se puede entonces concebir la integración sin la independencia y la soberanía? ¿Tiene sentido promover una integración que nos desintegra no sólo económicamente sino como naciones?

¿Acaso el surgimiento del ALBA, de PetroCaribe, de la UNASUR y de la CELAC no son expresiones de soberanía e independencia? Ponemos en el tapete estas ideas, para compartirlas, no para imponerlas como suelen hacer los poderes dominantes, sino para debatirlas a través del diálogo. No se puede defender el derecho al desarrollo y a la integración si no se defiende el derecho a la autodeterminación de los pueblos.
El cuarto aspecto, se deriva de la necesidad de saldar esta deuda entre integración y desarrollo. En este sentido, podemos destacar que dos visiones distintivas han estado y siguen presentes en relación a las vinculaciones entre nuestros países y de éstos con el mundo, y las opciones para lograr el desarrollo. Por un lado, quienes sostienen que el abismo del subdesarrollo podría superarse realizando la aproximación más directa, estrecha e inmediata con los países y regiones más avanzados del mundo, a través de mercados abiertos. En forma alternativa, otra visión, justamente la concepción que dio lugar, entre otros, a la puesta en marcha de la ALALC y luego la ALADI, que pondera la necesidad de unir nuestras economías, priorizar las relaciones intra-regionales y unificar nuestros mercados, fortalecer la capacidad negociadora común con otras regiones y países, romper la dependencia estrecha en la producción y exportación de productos primarios, apalancando una industrialización complementaria y diversificada que amplíe y mejore capacidades para brindar empleo, revertir asimetrías y asentar un desarrollo integral.

absurda. No creemos que un proteccionismo que beneficia a los monopolios privados locales o foráneos. Pero tampoco creemos en un libre comercio que condena a países y a regiones enteras a la esclavitud de la dependencia. No nos seduce la retórica pacata del libre comercio que al mismo tiempo “patea la escalera” del desarrollo y de la industrialización, negándole ese derecho a nuestros países. No debe ser entendida esta posición como de desconocimiento de la necesidad de ampliar las vinculaciones pacíficas y armónicas en un mundo mucho más interrelacionado, sino de comprender que los proceso de desarrollo e industrialización de países periféricos han requerido y 6
siguen requiriendo priorizar acciones y políticas activas y diferenciadas en relación a los países centrales y el desarrollo de organismos regionales independientes, como la ALADI.

A lo largo de buena parte de los primeros años de este siglo XXI se supuso que los términos negativos de intercambio para los países y las dificultades recurrentes económicas y financieras de nuestras economías habían sido definitivamente superadas. La concepción de los fundadores de ALALC y ALADI parecían condenadas sólo para los libros de historia economía. El optimismo era acompañado por condiciones favorables para las exportaciones de bienes primarios, a partir en particular de la aparición del enorme impulso de la demanda de los países asiáticos, sólo parcialmente interrumpido por la crisis 2007/2008. Sin embargo, ese crecimiento económico, expresado en parte en la acumulación de reservas internacionales, aumento del consumo y mejora de los indicadores tradicionales de crecimiento, estuvo basado en la acelerada reprimarización, es decir en el aumento de la vulnerabilidad y una disminución de la diversificación. La especialización primaria aumentó la inserción dependiente y subordinada. A la vuelta, la crisis estructural del capitalismo mundial y su expresión coyuntural, la crisis del capitalismo financiarizado, especulativo y parasitario, nos lleva de nuevo a una etapa de restricción externa, de amenaza en nuestras balanzas de pagos. Parece que Prebisch y el debate de los términos de intercambio desfavorables resucitan.

Nuevas circunstancias y peligros se presentan hoy para nuestra región, como son: cambios inciertos en los precios internacionales de los principales productos de exportación, alteraciones cambiarias que pueden afectar flujos de intercambio, una renovada incertidumbre, las condiciones financieras internacionales y, en general, un menor impulso económico. En esta nueva realidad, la integración regional no debe ser considerada una alternativa, una simple “ventana de oportunidades”, sino una necesidad. Uno de los grandes retos, es cómo lograr esto, acoplando los intereses nacionales con los regionales. Cómo rescatar la idea que en bloque podemos obtener mejores condiciones para nuestros países. Cómo evitar el “sálvese quien pueda” y el juego suma-cero.

En sexto lugar, uno de los legados de esta década es la concepción integral de la integración. Se tomó conciencia de la necesidad de superar las asimetrías, se incorporó la integración productiva en las agendas de discusión, se reconoció el protagonismo de la dimensión social, incluyendo la defensa del medio ambiente, los derechos humanos y de nuestras culturas. En este último sentido, se debe reconocer que gran parte de la historia del pensamiento latinoamericano sobre la integración y el desarrollo, ha sido una gesta de resistencia contra el etnocentrismo y la colonización cultural. La integración y el desarrollo se agotarían en el esfuerzo de parecerse o arrimarse a los grandes, sino más tiene que ver con parecernos a nosotros mismos y acercarnos a nosotros para ser potencia regional.

La integración requiere de la construcción de una nueva arquitectura económica regional. Hay temas que quedan pendientes y con gran pertinencia, como la nueva arquitectura financiera, como el uso de las monedas locales, el fortalecimiento de los mecanismos de pagos a través de la cooperación entre nuestros bancos centrales, y el cambio de la matriz productiva donde la integración productiva y la complementación son ideas fuerza. Se ha puesto de moda promover la inserción de las cadenas globales de valor, pero hay que advertir que en esa carrera por tratar de montarnos en el tren del progreso, puede negarnos la oportunidad y la necesidad de promover las cadenas regionales de valor. La incorporación de la integración productiva como categoría orientadora, no es suficiente, la misma debe estar acompañada de la con la libre circulación de personas y de ideas.

Finalmente, hemos sostenido que la integración no es un asunto sólo de los gobiernos, ni de las burocracias -en términos positivos– nacionales y multinacionales, sino que es, también, fundamentalmente un asunto de los pueblos. En eso creemos hasta los huesos y eso está plasmado en nuestro principio constitucional de la democracia participativa y protagónica. No se debe ignorar ni subestimar el papel de los movimientos sociales y populares en los cambios que se iniciaron en la integración durante la primera década de este siglo XXI. Gran parte de estos cambios contaron con el apoyo y el impulso de estas fuerzas populares. El protagonismo de los gobiernos, las instituciones multilaterales regionales, por un lado, y las organizaciones populares por el otro, no se debe entender en forma extrema o dicotómica, porque consideramos que el trabajo de los organismos multilaterales regionales es fundamental, en la medida que los que ocupamos estos cargos no estamos para reconfortarnos con nuestra trayectoria profesional o diplomática, sino que estamos para defender los intereses de nuestros pueblos, estamos aquí para defender los intereses de nuestro pueblos. Estamos seguros que el equipo profesional y técnico de la ALADI puede jugar un rol de enorme significación por su experiencia y conocimiento para acelerar una integración que beneficie a esos intereses colectivos y nacionales. En este último sentido, es importante resaltar el papel que está jugando la ALADI como soporte técnico y asesor para la CELAC.

Reiteramos nuestro compromiso a trabajar estrechamente con los representantes de todos los países hermanos para alcanzar los mejores resultados en respuesta a los grandes desafíos que tiene planteados nuestra región.

Cierro citando unas palabras del Presidente Maduro, del 17 de diciembre de 2013, “Estamos obligados a resolver nuestro problemas con diálogo, diplomacia, con altura, amor y dejar a los tiempos futuros una América Latina nueva, una América Latina en prosperidad, con un camino certero de unión”. Muchas gracias.