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Visita del Primer Mandatario Chileno, Don Sebastián Piñera a la sede de la ALADI
Discurso de S.E. El Presidente de la República de Chile, Sebastián Piñera, ante la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI)
10/28/2011

Hace mucho tiempo, un gran pensador francés, que cuando murió generó un acontecimiento de grandes repercusiones en Francia, dijo, y me refiero a Víctor Hugo, que “no hay nada más fuerte en el mundo, que una idea a la cual le ha llegado su tiempo”.

Y yo creo que interpreto a todos al decir que el tiempo de la integración en América Latina llegó hace mucho tiempo, pero que hoy día tiene una urgencia, una importancia como nunca antes había tenido.

Y por una razón muy simple, porque hoy día estamos viviendo un mundo nuevo, este mundo nuevo que surgió a fines de la década de los 80, cuando cayeron los muros, este mundo globalizado, es un mundo que está derribando las fronteras no solamente de las soberanías y las jurisdicciones de los Estados, sino que también está derribando las fronteras de los problemas de la sociedad moderna. Hoy día los problemas del comercio, de los derechos humanos, del narcotráfico, del calentamiento global, del proteccionismo, ya no pueden ser enfrentados con eficacia a nivel de los gobiernos nacionales. Se requiere esa integración para unir fuerzas, para enfrentar estos nuevos problemas.

Y a eso apunta la esencia del objetivo de integración.

Nosotros vemos cómo se han ido creando muchas instituciones para enfrentar este tipo de problemas nuevos: la Corte Penal Internacional de Roma, la Ronda de Doha, el Tratado de Kyoto, las Cláusulas Democráticas que hemos incorporado en nuestros acuerdos internacionales, pero siento que estamos en deuda como continente en el tema de integración, la integración con mayúscula, no solamente de intercambio libre de bienes, sino que de servicios, de inversiones, de personas, y también la integración física, la integración energética y, por supuesto, la mayor coordinación y colaboración en materias políticas y en materias culturales, porque al fin y al cabo, en la unidad de nuestra región sin duda está nuestra fuerza y en nuestras divisiones han estado siempre nuestras debilidades.

Y sabemos que este mundo nuevo se enfrenta mucho mejor, y sus ventajas se aprovechan con mayor profundidad, si somos capaces de unirnos para adecuarnos e integrarnos a este mundo que está emergiendo, que es el mundo de la sociedad del conocimiento, de la información, de la globalización, que va a ser extraordinariamente generoso en oportunidades para aquellos países o grupos de países o continentes que quieran asumir sus desafíos, pero sabemos que va a ser indiferente, e incluso cruel, con aquellos países o continentes que simplemente no sepan leer los signos de los tiempos, no sepan tomar las oportunidades en sus manos y las dejen pasar.

Por eso la globalización que estamos viviendo hoy día nos exige un mayor esfuerzo de unidad y de integración.

Muchos piensan que tal vez solos podemos andar más rápido, pero todos sabemos que juntos vamos a llegar más lejos y vamos a avanzar con mayor seguridad.

Desde ese punto de vista, el mundo moderno, que es un mundo de tratados, de alianzas, en unos pocos días más se va a producir tal vez un gran paso adelante en la integración más poderosa que ha existido en la historia de la humanidad, que es el Transpacific Partnership, que es una alianza en torno al Pacífico, con países del mundo asiático, con países del mundo americano, que puede transformarse en la integración económica más importante del punto de vista de habitantes, de producto, de comercio, del mundo.

Pero además, en América Latina sin duda tenemos todo, y lo hemos tenido todo, para avanzar hacia una verdadera integración.

Por de pronto, fue siempre el sueño de los padres fundadores de nuestras Repúblicas. Tenemos 21 países, incluyendo Haití y Puerto Rico, 600 millones de habitantes, 8,6% de la población mundial, un continente fértil, extenso, fecundo, que va desde el Sur del Río Grande hasta la Patagonia, y que tiene además una enorme superficie y un enorme potencial, 21 millones de kilómetros cuadrados, lo cual representa el 14% de la superficie que ha logrado surgir del mar, del continente.

Pero además tenemos mucho más que eso. Tenemos una historia en común. Hemos tenido períodos históricos prácticamente coincidentes, el período de la Conquista, la Colonia, la Independencia, la República, y este renacimiento de América Latina que ha surgido en forma muy simultánea en todos los países.

Y también hemos tenido coincidencias incluso en nuestras evoluciones desde el punto de vista de la democracia.

Casi todos los países de América Latina entraron en gobiernos no democráticos en la década de los 70 y los 80. Casi todos los países de América Latina, con muy escasas excepciones, hoy día son países democráticos. Y, por lo tanto, también en ese sentido, la historia tiende a movernos en una misma dirección.

Tenemos dos idiomas hermanos, el portugués, 190 millones de personas, y el español, 360 millones de personas. Además, por supuesto, de otros idiomas como el francés, en Haití, o el inglés en Belice o en Bahamas.

Tenemos, además, una tremenda homogeneidad cultural, religiosa, de valores, de principios.

Prácticamente, a diferencia de Europa, no tuvimos guerras durante el siglo pasado, con la excepción de la Guerra del Chaco, entre Paraguay y Bolivia, o la guerra entre Colombia y Perú por el Río Putumayo, o la Guerra del Cóndor y el Cenepa, fueron episodios no significativos y, por tanto, fue el siglo de paz el que vivimos el siglo pasado y el que estamos viviendo, este siglo.

Y además de eso, damos la cara a los dos Océanos más grandes del mundo, como son el Pacífico y el Atlántico, y tenemos, en consecuencia, las dos conexiones más importantes entre esos dos Océanos, como es el Canal de Panamá y el Estrecho de Magallanes.

Somos, además, un continente joven, todavía, en términos de comparación con el resto del mundo, es América Latina un continente joven. Somos muy ricos en las energías del siglo XXI. Tenemos el 33% de los recursos hídricos del mundo, tenemos, además, un tremendo potencial en las energías nuevas, renovables, limpias, como la energía del Sol, del viento, de las mareas, la geotermia. Tenemos también un tremendo potencial en biomasa. Hemos alcanzado una tremenda madurez, tanto institucional como democrática, y hoy día estamos preparados para enfrentar los desafíos que en cierta forma, hasta ahora no hemos sido capaces de enfrentar. Porque este continente maravilloso, con todo lo que he podido describir, sin embargo sigue siendo un continente subdesarrollado, ninguno de sus países ha logrado derrotar el subdesarrollo ni superar la pobreza.

Y además, somos un continente que no ha sabido aprovechar todo su potencial.

Durante mucho tiempo pensábamos que las culpas y las responsabilidades, no estaban dentro de nuestro continente. Hoy día sabemos que lo que pase o no pase con América Latina, va a depender esencialmente de lo que nosotros hagamos o no seamos capaces de hacer.

El Producto Interno Bruto de la región son 5,5 trillones de dólares, medidos en tipo de cambio de paridad del poder adquisitivo.

Y, por lo tanto, es un continente y es una región que tiene la masa crítica y tiene la capacidad de dar ese gran salto adelante y transformar a nuestro continente en un continente que logre por fin dejar atrás el subdesarrollo y derrotar la pobreza.

Pero tenemos también algunos talones de Aquiles y algunas debilidades que tenemos que ser capaces de enfrentar.

Una de ellas es que no hemos sido capaces de avanzar todo lo que podemos o pudimos haber avanzado en materia de integración y no hemos sido capaces tampoco de reducir los enormes niveles de desigualdad que existen entre países y dentro de nuestros países.

Un tercio de la población de América Latina vive bajo la línea de la pobreza, 180 millones de latinoamericanos, y sin duda que lograr crear un proyecto en que todos se sientan parte, en que todos sepan que van a tener que colaborar, pero también se van a beneficiar de este esfuerzo, es uno de los desafíos más importantes que tenemos que enfrentar para poder asumir la aventura de esta integración y de enfrentar estas oportunidades y desafíos del mundo nuevo, con pie firme, construyendo sobre roca y no sobre arena.

Además de eso, es verdad que dentro de nuestro continente hay distintos modelos, distintas visiones y cada país tiene derecho a escoger su modelo y su visión interna, y es indudable que si uno analiza los distintos países, hay distintas visiones de cómo enfrentar el fenómeno del desarrollo, o el desafío del desarrollo, cómo enfrentar el desafío de la democracia, pero más allá de esas diferencias, que son diferencias que deben ser asumidas, porque los países tienen derecho a escoger su propio camino, pero no pueden constituir un obstáculo para la integración. Podemos integrarnos, a pesar de nuestras diferencias. Aún más, yo creo que precisamente debemos integrarnos debido a nuestras diferencias, porque de esa forma vamos a lograr todos juntos tener una voz más fuerte y una proyección más sólida en este desafío del futuro y del desarrollo.

Desde ese punto de vista, yo quisiera decir que hay muchos problemas en América Latina, por supuesto, además de los que he mencionado, la pobreza, la desigualdad, la falta de integración, porque el problema de América Latina no es la integración, es la falta de mayor integración, más profunda, más rápida, más eficaz.

Hay otros temas que por supuestos nos golpean, como son los fenómenos del narcotráfico, el terrorismo, los problemas de corrupción, los problemas con la calidad de la política y de las instituciones, el desafío de mejorar la calidad de la educación.

Por eso yo quería plantear, normalmente nosotros pensábamos que los pilares del desarrollo antiguos eran suficientes: una democracia estable, una conducta macroeconómica responsable, un modelo económico que potenciara la iniciativa y el emprendimiento, esos pilares son necesarios, pero definitivamente no son suficientes. Nos falta construir los pilares nuevos, que nos van a permitir dar ese gran salto adelante y cruzar ese verdadero desierto que significa pasar del subdesarrollo al desarrollo.

De hecho, se habla mucho en la literatura moderna de la trampa de los países de ingreso medio. Hay un libro que hace un estudio, compara la década de los 60 con la década actual y dice que solamente países contados con los dedos de dos manos lograron superar una condición de pobreza en la década de los 60 y transformarla en una condición de desarrollo en la década actual. Y son muy pocos: Corea, Singapur, Taiwán, Japón, y muy pocos más.

Desgraciadamente, ningún país de América Latina ha logrado hacer esa travesía por el desierto y dar el salto que nos permita alcanzar desarrollo económico, político y social.

Por otra parte, ese es un primer desafío que tenemos que emprender.

Yo pienso que los pilares nuevos que tenemos que construir son: uno, mejorar la calidad de la educación de nuestra gente. El capital humano es el instrumento esencial en la sociedad del conocimiento y la información. Si en el pasado la mala educación era pobreza, en el presente y en el futuro va a ser miseria, porque sin educación no vamos a poder incorporarnos a las corrientes centrales de esta sociedad moderna del conocimiento y la información.

Invertir más en ciencia y tecnología. América Latina invierte menos del 1%. Los países que van a la cabeza y en el liderazgo están invirtiendo entre 3 y 5%.

Promover y no apagar lo que es la innovación, el emprendimiento, la capacidad de crear es un tercer pilar que tenemos que fortalecer.

Lograr derrotar la pobreza y crear una sociedad más igualitaria, es un cuarto pilar básico para asumir esta tarea.

Y, por supuesto, hay una necesidad de modernizar nuestros Estados, que muchas veces son creaciones del siglo XIX, parchados durante el siglo XX y que ya no responden a los requerimientos del siglo XXI.

Y revitalizar, modernizar, legitimizar nuestras democracias, para que recuperen plenamente su legitimidad.

Pero hay otro pilar que tenemos que tenemos que construir, que tiene que ver, precisamente, con el quehacer de esta institución, ALADI, que es dar un gran salto adelante en materia de integración entre nuestros pueblos.

Desde ese punto de vista, cuando uno compara América Latina con Europa, Europa, que tuvo dos Guerras Mundiales, 40, 50, 60 millones de muertos, que no tiene esa homogeneidad que tiene América Latina, que tiene etnias, idiomas distintos, sin perjuicio, aprendió las lecciones y al término de la II Guerra Mundial, con el liderazgo de personas como Adenauer, De Gasperi y Haussmann, logró reemplazar la lógica de la Línea Maginot y la Línea Sigfrido, que era la lógica de la guerra, de las trincheras, de los cañones, por la lógica de la integración.

Y si bien en este minuto está pasando por problemas graves, sin duda que ha dado un verdadero ejemplo de cómo empujar una integración que partió siendo una integración de la industria del carbón y la metalurgia, que después en Roma se transformó en una asociación de 6 países, que hoy día ya representa una agrupación con 625 millones de habitantes y que tiene más de 48 países.

En consecuencia, uno ve que tenemos que hacer algo distinto a lo que hemos hecho tradicionalmente.

Los esfuerzos de integración en América Latina han sido permanentes, y desde los albores de nuestras Repúblicas.

Este proceso de integración, o la patria grande, como la llamó Bolívar, cuando intentó, en los primeros años de nuestra independencia buscar una mayor integración, unidad, colaboración entre los países de América Latina, fue algo que en cierta forma se extendió profundamente en América Latina.

Con esta situación, además, de que teníamos integración un poco natural, porque proveníamos de dos troncos, Reino español o Reino portugués y, por tanto, en cierta forma estuvimos integrados durante la Colonia y antes de nuestra independencia. Pero ha sido un verdadero esfuerzo. De hecho, América Latina ha vivido más tiempo bajo la Colonia, que durante nuestra época republicana. Y, por tanto, ahí hay raíces que fueron las que recogieron los padres de la independencia y de la patria, para buscar efectivamente ese esfuerzo de integración.

Bolívar soñaba con la constitución de una patria grande de las Américas, un proyecto que fue compartido por muchos otros padres de nuestras independencias y de nuestras democracias, como el caso de San Martín, como el caso de O’Higgins, como el caso de Martí, como el caso de Rodó, y muchos más.

Y, de hecho, entre muchos de los que iniciaron la aventura de la libertad y la independencia, entendían que esa unidad era nuestra fortaleza y que no aprovechar esa fortaleza y dividir las fuerzas podía transformarse en un germen de nuestra propia debilidad.

Bolívar decía “es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo, una sola nación, con un solo vínculo, que ligue a sus partes entre sí con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, una costumbre y una religión, debería, en consiguiente, tener un Gobierno que confederase los diferentes Estados y naciones que están por surgir”. Ese era el sueño bolivariano.

Lo anterior explica por qué finalizada la lucha por la independencia, hubo muchos intentos de darle una forma a este intento de integración. Por ejemplo, el proyecto de la Gran Colombia, que incluía en su tiempo a Colombia, Venezuela, Ecuador, Panamá, parte de Perú, Brasil, Costa Rica, Nicaragua y Guyana.

Las provincias unidas de Centroamérica, que fue otro proyecto de integración en esa zona del mundo.

La Confederación Perú Boliviana, y muchas más.

Si embargo, en cierta forma la fuerza de las nacionalidades, de las identidades locales, primó sobre esta intención grande de integración que tenía Bolívar. Pero eso no significa que manteniendo naturalmente nuestros Estados, nuestras naciones, nuestros pueblos, no podamos darle una expresión moderna a este sueño bolivariano, que es integrarnos a partir de nuestras propias naciones e identidades.

Desde ese punto de vista, yo siento que hace un tiempo, uno cuando compara el grado de integración que logró Europa o el grado de integración que ha logrado América, hace un tiempo yo escuché a un Presidente americano hablar de una gran zona de integración desde Alaska hasta Tierra del Fuego. Eso fue hace ya un par de décadas, y uno se pregunta, ¿cuánto hemos avanzado? Y yo francamente creo que hemos hecho muchos esfuerzos, hemos creado muchas instituciones, pero no hemos avanzado lo suficiente.

Cuando uno ve la enorme cantidad de instituciones que tenemos en nuestro continente, el Pacto Andino; la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC; el Sistema Económico Latinoamericano y el Caribe, el SELA; el Parlamento Latinoamericano, el PARLATINO; la Alianza Bolivariana para las Américas, ALBA; la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR; el Parlamento Suramericano; MERCOSUR; el Parlamento del MERCOSUR; la Comunidad Andina de Naciones; el Parlamento Andino; el Sistema de Integración Centroamericana, SICA; la Organización de Estados Centroamericanos, ODECA; el Mercado Común Centroamericano, MCCA; el Parlamento Centroamericano, Parlacen; la Asociación de Estados del Caribe; la Comunidad del Caribe, CARICOM; la Organización de Estados del Caribe Oriental, y también la Asociación Latinoamericana de Integración.

Tenemos sin duda una inmensa riqueza en materia de instituciones, pero sin embargo lo que realmente importa no son los medios que ponemos en este esfuerzo de integración, sino que los resultados. Y yo estoy seguro, y por lo demás es el objetivo de esta institución, el darnos cuenta de que tenemos que avanzar en materia de integración con mucha mayor voluntad, rapidez, decisión y también coraje.

Y en esto es especialmente urgente en este mundo nuevo globalizado del cual hablábamos hace un momento.

Hoy día estamos viviendo una crisis. A pesar de las buenas noticias alentadoras de las últimas 48 horas, desde el punto de vista de un avance y una solución a los problemas de Europa y una recuperación en los ritmos de crecimiento de Estados Unidos, la verdad es que vienen tiempos difíciles, porque no hay ninguna duda de que Europa enfrenta un triple desafío, una triple crisis: la crisis fiscal de muchos de sus países, la crisis bancaria y la crisis del euro, y que ninguna de esas tres crisis está resuelta. De hecho, ya hoy día empezaron a surgir duras críticas al acuerdo que ayer era aplaudido.

En Estados Unidos, la economía más grande del mundo, también tienen unos problemas fiscales, problemas de comercio exterior, estuvo a punto de la cesación de pagos hace algunos meses, está a punto de cerrar su gobierno por problemas de financiamiento, no logra recuperar el dinamismo.

Y a diferencia del año 2008, en que pasó algo parecido en Europa y Estados Unidos, pero teníamos a unos países emergentes como China, India y buena parte del sudeste asiático, que siguió creciendo a dos dígitos y permitió al mundo entero salir con mayor rapidez de ese problema, particularmente América Latina, porque para nosotros China es más importante que lo que representa China para el mundo, porque es un principal comprador de muchos de nuestros productos de exportación.

Hoy día es muy posible que no tengamos esa verdadera locomotora como fueron China y otros países asiáticos y, por tanto, tengamos una especie de tormenta perfecta, estancamiento en Europa, estancamiento en Estados Unidos y pérdida de dinamismo de las economías emergentes.

Y, en consecuencia, tenemos que buscar más hacia adentro cómo nosotros vamos a enfrentar a este mundo nuevo, que nos va a representar muchos problemas y desafíos, como los que ya hemos vivido, la crisis del 2008, la crisis del 2011, ustedes ven que las crisis son cada vez más frecuentes y son cada vez a veces más profundas.

Y por eso pienso que tenemos que tomar el toro por las astas en materia de integración.

Todos sabemos a qué apunta la integración, a derribar fronteras, a derribar barreras, a derribar los muros, a construir puentes, y muchas veces nosotros creemos que vamos a hacerlo con una especie de ingeniería, de que construye un puente aquí, pero lo hago un muro a la entrada, un muro a la salida.

A mí me sorprende mucho que a veces uno cruza un túnel, un puente y gana 20 minutos cruzando de un país a otro, con una enorme inversión y esfuerzo, y se topa con la aduana que lo hace perder los mismos 20 minutos que ganó al haber aprovechado una mejor infraestructura.

Entonces, la integración no es solamente en el terreno del comercio de bienes, es en servicios, es en inversiones, es en garantizar mecanismos de solución de controversias eficaces, oportunos, que le den a todos garantías, es también, naturalmente, y debe extenderse hacia la integración física, es impresionante cómo éste es un continente que todavía, por ejemplo, en aspectos fundamentales, como la energía, no ha logrado integrarse, lo cual sería una ventaja para todo el continente el poder aprovechar la fortaleza de un sistema energético integrado, en que los excedentes de un país pueden también servir de reserva para otros, porque no siempre coinciden los periodos de escasez o los periodos de sequía. Y, sin embargo, en esta materia todavía estamos en el área chica y no hemos visto el cuadro grande de la integración.

Lo mismo con la integración física. Todavía los Corredores Bioceánicos que nos permitan a nuestros países poder acceder realmente a ambos Océanos, están en etapa básicamente de proyectos. No hemos logrado realmente, y no es solamente construir el Corredor Bioceánico, es darle a ese Corredor Bioceánico un funcionamiento expedito y eficaz, porque si uno tiene que cambiar de reglas, de conductores, de patente cada vez que pasa de un país a otro, se pierde esa unidad.

Por ejemplo, en el mercado aéreo latinoamericano, no hemos logrado aprovechar nuestra fuerza, sino que cada uno tiene su pequeño mercado y uno ve cómo los grandes mercados de Estados Unidos y Europa son uno solo, con las mismas reglas, los mismos procedimientos, etc.

Y por eso en esta materia yo pienso que es muy importante dar un cambio de ritmo y de rumbo en materia de integración, y en eso esta institución ALADI tiene naturalmente toda la experiencia, todo el conocimiento para ser un verdadero motor que impulse una integración lo más amplia posible. Ojalá sea de todo nuestro continente y no pequeños esfuerzos de integración que conversan poco entre sí y que incluso tampoco han dado ni siquiera los resultados que se esperaban de ellos, como lo dicen abiertamente muchos de los países que integran estos intentos de integración subregional.

Y una cosa adicional. La integración de América Latina es para juntos integrarnos al mundo, no es para juntos desintegrarnos del mundo. Y por tanto, este concepto que uno construye una gran barrera con el resto del mundo y después negocia cómo vamos derribando las barreras entre nosotros, es un concepto antiguo, que era por lo demás lo que ocurría con los primeros intentos de integración, que era un arancel externo común y después una negociación muy burocrática y muy política de cómo se repartían, y a uno le tocaba una industria, a otro le tocaba otra industria. La concepción moderna de la integración es que sean las fuerzas de las sociedades, de las personas, la fuerza de la libertad las que determinen los flujos de comercio más que la determinación desde las autoridades oficiales, de los gobiernos, y que al mismo tiempo nuestra integración sea para juntos integrarnos al mundo y no para juntos desintegrarnos del mundo. Porque naturalmente que mientras más integrados al mundo estemos, mejor van a ser nuestras potencialidades de derrotar la pobreza y el subdesarrollo.

Yo quisiera terminar diciendo simplemente que en esto hay otro desafío, que es naturalmente que el mundo moderno está enfrentando problemas nuevos y que las institucionalidades que hoy día tenemos, que son antiguas, no han demostrado ni están preparadas para enfrentar estos problemas. La institucionalidad mundial, la gobernanza mundial surgió después de la Segunda Guerra Mundial y reflejó la realidad de esos tiempos.

Pero los nuevos problemas, calentamiento global, cambio climático, protección del medioambiente, los problemas de coordinarse mejor para cómo enfrentar las crisis financieras, cómo recuperar los equilibrios macroeconómicos perdidos, como son las enormes asimetrías en las situaciones fiscales y comerciales, los gigantescos superávit en algunos países, los gigantescos déficit en otros, cómo hacer que ese aterrizaje sea un aterrizaje más suave y más coordinado, y no con tanta controversia.

Los problemas de cómo proteger el libre comercio, sobre todo hoy día que están surgiendo enormes intentos de protección, cómo reacciona la crisis, y todos sabemos que esa no es la respuesta correcta. Esto es como si en un estadio para ver mejor uno se empinara. Uno ve mejor, pero si todos se empinan, nadie ve mejor y todos están en peor situación. Y eso es lo que ocurre, que por lo demás fue la forma en que reaccionamos a la crisis del año 29, que lo que único que hizo fue ahondar la crisis y hoy día vemos grandes peligros en esa materia.

Y, por tanto, sin duda se requiere una revisión profunda de las instituciones, que nos den instituciones capaces de enfrentar los problemas modernos, que ya no son posibles de enfrentar a nivel de cada nación.

Como decía, el tema del clima, del calentamiento global, del terrorismo, el tema de cómo coordinarse para enfrentar situaciones financieras o económicas difíciles, el tema del terrorismo, solamente se puede hacer a un nivel ya mucho de coordinación mundial y no a nivel de cada uno de los países.

Nos acostumbramos en el siglo XX que habían dos potencias y por tanto dentro de ellas se resolvía después que había una sola potencia y que por tanto sólo esa potencia podía resolver los problemas mundiales. Hoy día eso es un mundo que ya dejó de existir.

Necesitamos una profunda renovación de nuestras instituciones a nivel mundial y también de nuestras instituciones a nivel de América Latina.

Yo decía ayer que ya no es un problema de cumbres, sino que ya tenemos al frente una verdadera cordillera, porque tenemos demasiadas instituciones y tenemos que repensar cómo integrarlas mejor, cómo coordinarlas mejor, para que puedan ser más eficaces.

Y termino diciendo que la experiencia chilena en materia de integración fue simple. En algún momento Chile decidió que tenía que integrarse al mundo, en esos tiempos éramos parte del Pacto Andino, que tenía un arancel externo común y que tenía una barrera también a la inversión extranjera, y cuando Chile se dio cuenta de que no podía mover esas barreras, tomó una decisión que era una integración unilateral al mundo y bajó unilateralmente sus tarifas desde más del cien por ciento a una cifra cercana al 10%. Ese es un camino que los países tienen derecho a seguir.

El otro camino sin duda es la integración regional y participar en las iniciativas que promueve ALADI.

Un tercer camino es buscar acuerdos de libre comercio directamente. En el caso de Chile, tiene acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, Canadá, México, la Comunidad Europea, Japón, China, Corea, India y muchos más. Creo que junto a México deben ser de los dos países con mayores tratados de libre comercio, no solamente de América Latina, sino que probablemente del mundo.

Pero sin duda que los esfuerzos aislados son menos fructíferos que el esfuerzo conjunto y, por tanto, ALADI tiene una tremenda responsabilidad, y vuelvo a lo que decía al comienzo, esa frase de Víctor Hugo de que es el tiempo de la integración. No podemos seguir postergando ese desafío. Y como no hemos logrado avanzar con los instrumentos del pasado, tenemos que ser capaces de tener nuevas actitudes y nuevos instrumentos que permitan la integración de nuestro continente y que simultáneamente faciliten la integración de nuestro continente a este mundo nuevo, globalizado, que está golpeando nuestras puertas y que nos ofrece las mejores oportunidades para que este Continente, América Latina, logre dejar atrás el subdesarrollo y logre derrotar la pobreza, que hayamos tenido en nuestra historia.

Así que creo que los que están sentados en esta mesa, el presidente, el secretario general, todos los países miembros de esta Institución, ALADI, saben que América Latina espera mucho de ustedes y que ustedes tienen que hacer, como sé que lo hacen, pero tienen que redoblar los esfuerzos para que el ritmo, el rumbo, la velocidad, el compromiso y la voluntad de nuestros países por la integración, esté a la altura de nuestros requerimientos y de nuestros desafíos.