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Despedida del Comité de Representatnes del Excmo. Emb. Bernardo Pericás Neto, Representante del Brasil
Discurso de despedida del Representante Permanente de Brasil, Embajador Bernardo Pericás Neto
02/27/2007

(TEXTO SUJETO A CORRECCIÓN)

Agradezco las generosas palabras con que el Señor Presidente y el Señor Secretario General se refirieron a mi persona. Yo las recibo con mucho honor y emoción, pero sin perder de vista que están influenciadas por la amistad que me une a los queridos Gonzalo y Didier.

Al asumir mis funciones en abril de 2002, señalé que mi país estaba profundamente comprometido con la causa de la integración regional. Ese compromiso se acentuó más aún en estos últimos años, lo que ciertamente contribuyó de manera significativa a los avances alcanzados en ese período.

Brasil se ha comprometido con gran empeño en todos los foros regionales de los cuales participa, tales como el MERCOSUR, la Comunidad Sudamericana de Naciones y la propia ALADI, en la búsqueda del ideal integracionista que nos orienta a todos. Como bien afirmó el Canciller Celso Amorim en esta misma sala, durante la XIII Reunión del Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores, “la integración es un proceso consensual y colectivo, por definición. Es un imperativo de nuestro desarrollo y de una mejor inserción internacional”.

No es necesario hacer en este momento un balance de los éxitos y limitaciones de la ALADI, pues todos los integrantes de este Comité y de la Secretaría General los conocen perfectamente. Creo que tuvimos realizaciones importantes y, si no hicimos más, no fue por falta de empeño o entusiasmo.

Cualquier proceso de integración tiene sus dificultades naturales. La intensificación de las relaciones entre los países lleva naturalmente a descubrir dificultades imprevistas o insospechadas. Lo que es tan sólo consecuencia del desarrollo de un proceso se confunde, muchas veces, con incompatibilidad estructural.

Sin pretender ser dialéctico, creo que los éxitos de los movimientos integracionistas traen en su seno problemas y dificultades nuevas, que sólo podrán ser enfrentados y resueltos con mayores avances en el camino de la integración.

Pienso que también es importante mantener en perspectiva el verdadero papel de la integración para el progreso y bienestar de nuestros pueblos.

La integración no es, ni puede ser, la solución de todos nuestros problemas, de la misma forma que no puede ser indicada como el origen de nuestros males. Basta mirar hacia el interior de los países –sean federales o unitarios– para ver las dificultades existentes para la promoción de un desarrollo equilibrado en cada una de sus regiones.

Sin embargo, la integración puede, sin ninguna duda, contribuir eficazmente a promover el crecimiento económico y mejorar las condiciones de vida de las poblaciones de nuestros países. Además, la integración económica y comercial, cuando se basa en identidades de principios e ideales, así como de trayectos acontecimientos históricos y tradiciones culturales, representa un poderoso instrumento de aproximación de los pueblos y, como tal, adquiere un valor intrínseco que va más allá de los fríos números de las estadísticas.

En último análisis, cuando hablamos de integración, estamos hablando de solidaridad. Por eso, atribuyo un valor especial a la amistad que forjamos entre los participantes de este Comité. Es a partir de esta amistad que desarrollamos que surge la capacidad de escuchar y, sobre todo, de entender los puntos de vista de los demás. Esta amistad hace más explícita la convicción de que tenemos un destino común y que por él debemos trabajar juntos.

En su obra “Las Ciudades Invisibles”, Italo Calvino relata una conversación en la que Kublai Khan, observando un puente, pregunta a Marco Polo cuál de las piedras la sostenía. Marco Polo responde que ninguna; que lo que sostenía el puente era el arco formado por las piedras. Entonces Khan pregunta: si es así, ¿por qué me hablas de las piedras? Lo único que me interesa es el arco. Y Marco Polo responde: porque sin las piedras no existe el arco.

De la misma manera, en este Comité, así como en toda esta Asociación, las personas son quienes forman el arco que sostiene el trabajo por la integración aquí desarrollado de conformidad con las directivas de nuestros gobiernos. Sin el esfuerzo de todos y cada uno no será posible hacer realidad el proyecto de integración latinoamericana.

Señor Presidente,

Señor Secretario General,

Quiero agradecer a mis colegas del Comité y a los demás miembros de las otras once Representaciones por el apoyo que yo y mi Representación encontramos siempre en el desempeño de nuestras tareas. Hago este agradecimiento extensivo a los Representantes Permanentes que los antecedieron, con quienes tuve la oportunidad de convivir.

Asimismo, agradezco a los funcionarios de la Secretaría General de la ALADI por la constante colaboración que recibimos, ya sea durante la administración del Embajador Juan Francisco Rojas o en la actual administración del Embajador Didier Opertti, amigo de muchos años, a quien rindo especial homenaje.

Y es justo que registre aquí la excepcional colaboración que recibí de las compañeras y compañeros de la Representación de Brasil, cuya capacidad de trabajo, interés y dedicación merecen mi profundo reconocimiento.

Una palabra final: parto con gran alegría hacia mis nuevas funciones como Embajador de Brasil en La Habana. Sé que en Cuba encontraré un pueblo amigo y acogedor, que se parece mucho al pueblo brasileño. Y sé también que encontraré, de parte del Gobierno cubano, la misma voluntad de creciente acercamiento que orienta al Gobierno brasileño. La oportunidad que me brinda el Presidente Lula de trabajar por el desarrollo de las relaciones entre Brasil y Cuba es para mí un gran honor y motivo de legítimo orgullo. Haré todo lo necesario para estar a la altura de la misión que se me confía.

Al mismo tiempo, no puedo dejar de manifestar mi tristeza por dejar Montevideo. Los casi cinco años que estuve aquí fueron para mí y para mi esposa un período especialmente gratificante. Al partir, expreso a los amigos uruguayos y, Señor Presidente, le pido que trasmita también a su Gobierno, mi sentimiento de profunda gratitud por la forma extremadamente cordial y abierta con que fuimos recibidos y tratados en este país.

Muchas gracias.