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Seminario “50 años de Integración Latinoamericana: Los Procesos de Integración y la Política Mundial”, 16 y 17 de noviembre de 2010
Exposición del Embajador Gonzalo Rodríguez Gigena
11/16/2010

Amigos:

Me ha tocado a mí compartir algunas ideas con ustedes acerca de los 50 Años de Integración en el marco de América Latina, y en particular en los procesos de ALALC-ALADI.

Lo largo del proceso, implica necesariamente una diversidad de situaciones. Hay que estilizar los hechos, tratar de tomar lo fundamental de los grandes rasgos y relacionarlos entre sí; especialmente, relacionar el momento actual del proceso con lo que está sucediendo en el mundo, de manera entonces que vamos a ver dos brochazos grandes, uno acerca del mundo internacional, y otro acerca de nuestro mundo de la integración.

El proceso de ALALC-ALADI lleva 50 años de integración. Fueron procesos osados, algunos de ellos más osados de lo que las condiciones de los países permitían y los procesos podían llevar adelante, sobre todo ALALC, y hubo que hacer determinados ajustes a los efectos de que el proceso realmente empezara a caminar de una manera mucho más dinámica; yo diría que uno de los elementos fundamentales fue levantar al interior de la ALALC el supuesto de que rigiera entre los países de ALALC la cláusula de nación más favorecida.

Ese fue un elemento fundamental; una variable fundamental que al ser retirada permitió el gran desarrollo que tuvieron en los 80 y sobre todo en los 90, los acuerdos bilaterales que se dieron en el seno de la ALADI.

Fue además un período en el que no sólo ALALC-ALADI, sino el Mercado Común Centroamericano, la Comunidad Andina y posteriormente el Mercosur, pretendieron además integraciones más profundas en el seno de nuestra América Latina.

Como generación, la nuestra es una generación que ha vivido inmersa en los procesos de integración. Hemos sido testigos de alentadores avances, y a su vez hemos sufrido también los retrocesos.

En el período, las exportaciones intrarregionales llegaron a 130 mil millones de dólares, y las totales de ALADI llegaron a 741 mil millones, es decir, un peso realmente importante de nuestras relaciones internacionales.

De todas maneras, seguimos al interior de América Latina con el “casillero vacío”, que destacaba Fernando Fajnzylber, es decir, seguimos teniendo unos procesos de desarrollo que no consiguen crecimiento y equidad de manera simultánea, y es a través de la integración que tenemos la esperanza de poder llegar a ello. La integración, que está siempre presente como objetivo, pero es de lento avance; es cierto que avanza sin prisa, pero sin pausa.

Haciendo una breve retrospectiva, creo que debemos destacar que en 200 años que llevamos de vida independiente, nunca hemos estado tan cerca de poder hacer realidad el sueño de la integración. Tenemos todas las condiciones para ello. Tenemos materias primas, alimentos, energía de todo tipo, agua, minerales, tenemos estructuras industriales con sectores de punta competitivos a nivel mundial, somos 500 millones de habitantes de mercado potencial y nosotros mismos somos grandes mercados para nuestros productos.

Brasil es nuestro tercer destino de exportaciones, Argentina es el quinto destino de exportaciones, y Venezuela anda entre los diez primeros; quiere decir que tenemos mercados en los cuales apoyarnos, para este necesario e ilusionador proceso.

Tenemos empresas que pueden acometer el desafío de la infraestructura que estamos reconociendo todos como uno de los más importantes desafíos que enfrentamos. Finalmente, tenemos biodiversidad.

Todo eso lo hemos tenido siempre, pero ahora tenemos además otras condiciones. Tenemos resistencia a la crisis, tenemos mercados en expansión y tenemos un alivio de la restricción externa, cosa que no es frecuente que sucediera en nuestros países.

Nuestros países estaban acostumbrados a períodos de desarrollo muy acelerado en el cual generaban fuertes déficit externos que implicaban frenar los procesos y tratar de generar después los excedentes para poder subsanar los anteriores errores, y ello implicaba necesariamente una disminución de la tasa de crecimiento.

En estos momentos, dados los precios y las condiciones de los mercados internacionales, estamos en condiciones mucho mejores que en otras ocasiones.

Ahora, debemos reconocer que estamos llegando al límite que las actuales estructuras de integración nos permiten a nivel del conjunto de ALADI, y al mismo tiempo enfrentamos una crisis mundial, eso debe hacernos pensar especialmente en los desafíos.

Reconozcamos, con todo, que las crisis son oportunidades, como se ha repetido muchas veces, y son también esperanza. Esa esperanza debemos transformarla en realidad. Ojalá estemos a la altura de la tarea.

Voy a reflexionar con ustedes brevemente sobre la situación internacional y después la situación al interior de nuestros procesos de integración.

Creo que si decimos que estamos en crisis no decimos nada nuevo. Tampoco decimos nada nuevo si decimos que es una crisis diferente, que es una crisis de países desarrollados, no de países en desarrollo. En esas cosas no decimos nada nuevo, pero tal vez la perspectiva nos ayude a ilustrar mejor las cosas que están pasando.

Haciendo memoria de los últimos 30 años vemos que hay un enorme cambio en los equilibrios mundiales. Si pensamos lo que se discutía a inicios de los ‘90, luego de la caída de la Unión Soviética, vemos que el mundo ha evolucionado de manera totalmente diferente.

Los principales autores de aquella época que escribían libros tales como “Las Guerras del Siglo XXI”, “Capitalismo contra Capitalismo”, “Millenium”, “Ganadores y Perdedores del Siglo XXI”, estaban preocupados en el tema sobre de quién iba a ser el siglo XXI, y había tres candidatos: uno era Asia con el centro en Japón, otro era Estados Unidos, y el otro era la Comunidad Económica Europea; y a su vez dentro de eso había una lucha por dos modelos de capitalismo, se entendía en aquél momento. El capitalismo anglosajón, con absoluta libertad en términos económicos y un capitalismo germano-nipón más intervencionista, con más intervención del Estado a los efectos de llevar adelante los procesos de desarrollo.

El resultado fue totalmente diferente. Hoy día está resultando un Siglo muy signado por Asia pero con centro en China.

La tríada, es decir Japón, Estados Unidos y la Unión Europea, han perdido fuerte participación en el producto interno mundial. En el 2000 tenían el 72% del PBI mundial, hoy tienen apenas el 61%. Al mismo tiempo, Asia en desarrollo pasó del 16% al 27% del PBI mundial y algo similar ocurre con el Comercio Exterior; los países desarrollados están perdiendo participación en el mercado mundial, la que están ganando los países en desarrollo, entre ellos, por supuesto Asia, pero también América Latina.

En medio de esta crisis hay además gran incertidumbre sobre su evolución. No sabemos en este momento si ya llegamos al fondo, si va a tener forma de “W” es decir si va a haber una caída, una recuperación, una nueva caída y una posterior recuperación, o si esta crisis se va a mantener muchos años. Tenemos gran incertidumbre, y tenemos a su vez distintas políticas económicas llevadas a cabo por parte de los países centrales y los países en desarrollo.

Por otro lado, estamos actuando en un marco de poder mundial absolutamente difuso. Ya el G-8 no dicta las condiciones de funcionamiento de la economía mundial, el G-8 se ha convertido en el G-20, hay países que adquieren creciente importancia y gran influencia en sus propias regiones, basta mencionar México, Argentina, Brasil, en América Latina; hay innumerables organizaciones mundiales como el Fondo Monetario Internacional, Organización Naciones Unidas, el Banco Mundial; regionales, como la OECD, ASEAN, la OEA, el MERCOSUR, la Unión Europea, y sectoriales como la Organización Internacional de Energía, la OMS y la OPEP que están tomando medidas, decisiones y recomendaciones que afectan profundamente el desarrollo internacional.

Hay empresas transnacionales que son más grandes que países, hay fondos mutuos de inversión mundiales que toman decisiones que afectan también el desarrollo de nuestros países, hay alianzas variables entre países a nivel internacional, en la OMC y fuera de ella, que están condicionando también con su presencia y su protagonismo los nuevos desarrollos. De todo ese conjunto de organizaciones, las políticas económicas que surgían no daban respuesta a las necesidades de desarrollo económico que requerían los países en desarrollo.

Algunos países se apartaron de esas políticas, esas políticas neoliberales que implicaban una confianza absoluta en las condiciones del mercado, que son los países de nueva industrialización, asiáticos, y también China.

Esas experiencias muy exitosas de desarrollo económico no son fáciles de repetir en el momento actual por las propias condicionantes que están poniendo esas estructuras a nivel mundial. Es necesario entonces establecer una nueva política internacional para los países en desarrollo en general y para América Latina en particular, para negociar en esos ambientes internacionales, libertades de acción que permitan llevar adelante las políticas que hacen falta para el desarrollo de nuestros pueblos.

Al mismo tiempo, en términos de la influencia que ejercen determinados países en la zona, es clara la pérdida de la influencia de Estados Unidos en América Latina, tanto a nivel económico como a nivel político; sus prioridades van por otro lado. En este momento su política internacional está muy signada por sus preocupaciones acerca de Asia y acerca del terrorismo.

En todo este marco ha habido un cambio ideológico muy importante que debemos destacar. Ese cambio ideológico ha implicado un cambio en las políticas que ha sido reforzado por la crisis actual.

El abandono del neoliberalismo en un ambiente de alto crecimiento actual de nuestros países, de disminución de la restricción externa y del aumento en las oportunidades de financiamiento ha implicado un vuelco hacia las políticas activas en los ámbitos internos de los países, políticas activas que estaban muy dejadas de lado en la época anterior, como destacaba alguna vez Enrique Iglesias, políticas industriales se habían vuelto dos palabras prohibidas en el seno de América Latina.

Hoy día, sin embargo, se destaca por ejemplo por parte de la CEPAL, que la ecuación entre mercado, Estado y sociedad, que ha existido desde hace 3 décadas se ha mostrado incapaz de responder a los retos globales de hoy y de mañana. El desafío a nivel nacional es situar al Estado en el lugar que le cabe de cara al futuro. Yo diría que a nivel de la integración, el desafío es buscar la complementación productiva para pasar de las ventajas comparativas estáticas a las ventajas comparativas dinámicas como fruto de la intervención de las políticas económicas.

Además de ese cambio ideológico, tenemos el estancamiento de la Ronda de Doha, un estancamiento que ha sido paralelo a un desarrollo del regionalismo como no se tenía experiencia histórica alguna con anterioridad.

Hay en este momento más de 250 acuerdos de libre comercio a nivel internacional, que los convierte en un elemento estructural, ya no se trata de epifenómenos, se trata de un elemento estructural del funcionamiento de los mercados internacionales, son un dato imprescindible a tener en cuenta en cualquier programación que nuestros países lleven adelante. Algunos de ellos son muy importantes, como entre Estados Unidos y Corea, entre ASEAN y Australia y Nueva Zelandia, o ASEAN con India. Involucran grandes economías y grandes mercados.

Eso implicó además un cambio muy grande por parte de Estados Unidos a nivel de su política internacional multilateral, dejaron de lado el multilateralismo que era su exclusiva bandera y entraron en lo que llamaron “liberalización competitiva”, especialmente por fracaso del ALCA, con lo cual se volcaron de manera más o menos fuerte hacia el bilateralismo con los acuerdos que ha firmado últimamente.

Por otro lado, además del cambio político y del estancamiento de Doha, tenemos una crisis internacional que refuerza el cambio ideológico, y ha puesto de relieve el papel de los países emergentes, en particular los asiáticos pero también América Latina y su aumento de importancia.

Creo del caso mencionar que el aumento en la representación a nivel del Fondo Monetario Internacional es una demostración de ello, un paso, aunque muy modesto, en el sentido correcto.

Esta crisis, además, es de incierta evolución futura, de recuperación tambaleante, con diferencias de política de las economías líderes mundiales, pero de la cual los países en desarrollo no sólo están saliendo bien, sino que estamos ayudando a la recuperación mundial a través de nuestras políticas, diferentes a las políticas que están aplicando países como Japón y la Unión Europea.

Estados Unidos está intentando en este momento un nuevo empuje de dinero, tratando de elevar nuevamente la demanda interna a los efectos de dinamizar su economía. Veamos en el futuro dónde nos lleva eso. Hay quien dice que eso no va a tener efecto y hay por otro lado quien dice que eso no es suficiente para sacar adelante la economía americana de la crisis.

De cualquier manera, en el seno de estas condiciones hay algunos peligros para nosotros que debemos tener presentes. China representa un desafío particularmente grande: es nuestro comprador dinámico estrella, pero con una dinámica de demanda que puede primarizar nuestras economías nuevamente tal cual nos ha sucedido durante 200 años de historia. Debemos estar alertas de que eso sea una cosa que se evite en nuestros países a través de políticas económicas activas que busquen que se dinamice nuestra economía en todos sus sectores de manera igualitaria y aumentando el empleo, si no, corremos peligro de primarizar nuestra estructura productiva y repetir una historia que ya conocemos demasiado bien.

Eso en cuanto a la situación internacional. Permítanme elaborar unos breves comentarios con respecto a la situación interna de los procesos de integración -procesos que abarcan ALALC-ALADI, Mercado Común Centroamericano, la Comunidad Andina y el MERCOSUR. ¿Qué quiere decir esto? Esto quiere decir que hemos estado buscando siempre, sin pausa, los caminos que desarrollaran nuestros países a través de la integración entre iguales en el seno de América Latina.

Yo diría que hemos recorrido en el caso de ALALC-ALADI, cuatro etapas. Una primera etapa de impulso inicial y estancamiento que corresponde a los años 60 y 70. Con las listas nacionales se llegó rápidamente a un punto en el que no se podía avanzar más: difícilmente los países estaban dispuestos a brindar a todos los demás países, las mismas ventajas arancelarias y las mismas facilidades de mercado que estaban otorgando a algunos países; eso hizo que las listas nacionales fueran muy restringidas porque eran aplicables a todos los países.

En una segunda etapa, los años 80 son años de corrección pero a su vez de crisis. Se corrige ese elemento fundamental, para mÍ, que destacaba con anterioridad, que es la vigencia de la cláusula de la nación más favorecida al interior, con lo cual es posible que los países hagan acuerdos bilaterales que no deben expandir a los demás países en el seno de la ALADI.

Eso creó condiciones para que se desarrollaran este tipo de acuerdos con mucha celeridad, aunque se vio detenido a lo largo de los 80 por el hecho de la crisis económica internacional y de nuestra década perdida, tan conocida por todos nosotros.

Posteriormente, a lo largo de los 90, se dio una revitalización neoliberal; es la época del nuevo regionalismo, que es el gran desarrollo de los acuerdos bilaterales, en momentos de un crecimiento más o menos acelerado de nuestras economías. En lo interno, estos acuerdos muchas veces sirvieron para consolidar reformas estructurales. Aumentó muchísimo el comercio intrarregional y el global. Nuestras economías se abrieron en este período a los mercados internacionales. Basta decir que el conjunto de exportaciones e importaciones sobre el PBI pasó del 24% en 1990 al 43% en 2010, estamos hablando de 20 años nada más.

Los aranceles, a su vez, bajaron en el promedio de los países de ALADI, del 37% en 1985 al 11% en 2010, es decir, en las condiciones en que estaba rigiendo la apertura internacional y el neoliberalismo, nosotros hicimos la tarea tal cual se esperaba que fuera realizada, pero esa tarea no llevó a buen éxito nuestro desarrollo económico, ya que sufrimos otra crisis, en los años 2001 y 2002.

Al mismo tiempo, nos planteamos la liberalización entre nosotros, liberalización que todavía está lejos de ser alcanzada tal cual plantea el TM 80. Estoy hablando de los Acuerdos de Libre Comercio que hemos celebrado entre nosotros que ya están en vigencia o en cronograma de liberalización. Tenemos una red de Acuerdos que hacia el 2019 van a tener liberados, en términos bilaterales, prácticamente todos los flujos bilaterales, excepto los de uno o dos países. Ahora, si tomamos los ítems que están liberados en conjunto, lo cual sería un germen de un mercado regional, solamente el 60% de nuestros ítems arancelarios van a estar liberados en común. Falta todavía mucha tarea.

En términos de comercio, la proporción del comercio intrarregional que estaría liberado en conjunto, del total del comercio intrarregional, es solamente el 35%. Estamos entonces todavía muy lejos de poder hablar de un mercado regional. Faltan algunas liberalizaciones bilaterales, pero sobre todo falta el impulso político para llevar adelante lo que nos hemos planteado de un mercado común latinoamericano.

Finalmente, una cuarta etapa, que es la etapa entre 2000 y 2010, yo diría que es la etapa de la crítica al neoliberalismo, nuevos ensayos y ciertos atisbos de cambio en las condiciones que nuestros países están planteado, en una nueva integración, muy asociada al cambio político que se ha dado en nuestra región en esta década, cambio político que no tiene precedentes en la historia de nuestros países en su contenido, y por su relativa simultaneidad. Creo que estamos en condiciones inmejorables de plantearnos un cambio en el empuje, un cambio en la voluntad política, para llevar a buen destino a nuestros países. ¿Cuáles son las condiciones actuales desde las cuales encarar el próximo impulso? Hay algunos problemas, debemos reconocerlo.

El grado de interdependencia de nuestros países todavía es bajo. Si bien ha aumentado, es todavía muy distinto el grado de dependencia con la región que tienen los países. Hay países cuyo comercio exterior con la región es nada más que el 5% del comercio total, y hay otros que es cerca del 70%.

Quiere decir que los estímulos para cooperar, para integrarse, sometiéndose a reglas comunes y resignando políticas económicas, son muy diferentes entre los distintos países. Los países grandes y los países del norte de América del Sur, no tienen tantos estímulos para integrarse dado que su conexión con la región es menor, a no ser que haya una decisión política estratégica de largo plazo, como se ha dado en algún caso.

Esto, lógicamente, debemos contemplarlo con cierto optimismo en las condiciones actuales, ya que la coyuntura actual, en medio de una crisis de los mercados tradicionales exteriores nuestros y un gran dinamismo de nuestras economías, ayuda a que nos volquemos nuevamente a mirar nuestra región.

Además de la baja interdependencia tenemos asimetrías. Yo diría que las asimetrías son el principal obstáculo a encarar. Ahí también hay estímulos diferenciados.

Los países grandes y de estructura económica más diversificada tienen más incentivo a tratar de integrarse con la región, ya que su oferta exportable es mucho más amplia que la oferta de los países menores. Los países menores están temerosos de repetir la experiencia anterior con el mundo, esta vez a nivel de la región. Es decir, ser abastecedores de materias primas y consumidores de productos manufacturados y más elaborados.

Tiene que haber entonces una relación costo-beneficio positiva para todos los países, que haga aceptable la cooperación en el sentido de más integración, también para los demás países. En este sentido, debemos hacer mucho hincapié en el acceso preferencial, estable, seguro y protegido a un mercado grande, en la inversión extranjera directa para infraestructura y para completar las estructuras productivas de los países, o sea, en la complementación productiva, y también la obtención de acuerdos en otros temas, como reglas de origen, salvaguardias, solución de controversias, todo lo que constituye la normativa de nuestros países.

Porque las asimetrías son demasiado grandes para ser contempladas solamente por el mercado. No es por ese lado que nuestros países se van a desarrollar en conjunto. Hay asimetrías de escala, hay asimetrías de valor de los activos productivos, hay asimetrías de capacidad tecnológica, de capacidad de financiamiento, de estructura productiva, de tamaño del mercado interno de consumo, de estructura del comercio exterior, y por último, también asimetrías en la capacidad de representación política de empresarios y trabajadores en el seno de cada uno de nuestros países.

Hace falta una política activa de competitividad, que promueva la complementación productiva amplia y abarcativa, que reestructure de manera incluyente las cadenas de valor y que cumpla con dos condiciones; que mejore y complete la estructura productiva regional y la inserte internacionalmente, y por otro lado que integre las estructuras productivas domésticas, reduciendo de esta manera las asimetrías y completando las matrices productivas de todos los países.

Por otro lado, además de los anteriores elementos que constituyen desafíos, debemos reconocer, como plantea Roberto Bouzas que no hubo en el seno de nuestros países, liderazgo y abastecimiento de bienes públicos regionales. Las integraciones exitosas necesitan líderes regionales que lleven adelante funciones de utilidad colectiva, aún a expensas de sus intereses inmediatos. Esto porque hay inconsistencia temporal entre los costos y los beneficios de la integración. Es necesario incurrir en costos, antes de que se cosechen los beneficios de la integración, y eso lo tiene que hacer alguien.

Tampoco ha habido un abastecimiento de bienes públicos regionales necesarios para viabilizar el proceso de integración, los que no surgen espontáneamente del mercado, ellos son, recursos, estabilidad macroeconómica, solidez de las monedas, seguridad y estabilidad de los mercados para el conjunto de los países.

Para llevar adelante estos elementos hacen falta dos condiciones, decisión de los países, de las élites políticas y económicas de los países, y por otro lado, capacidad de hacerlo.

Como veíamos, los estímulos para la integración son muy diferentes en los distintos países. No ha habido entonces unanimidades internas para llevar adelante tanto los bienes públicos regionales como el liderazgo. Ha habido fuertes oposiciones.

Para los países grandes, muchas veces, la integración tiene muy distinto significado según las regiones, lo cual implica la dificultad de coordinar estímulos al interior de cada uno de los países. Entonces, han habido estímulos reducidos, dada la distinta percepción de la importancia de la integración, a nivel de cada uno de los países. La decisión política, nuevamente, se revela como fundamental para poder llevar adelante estos procesos.

Finalmente, tenemos el auge de las commodities, que estamos viviendo en estos momentos. Y acá, tenemos, como decíamos anteriormente, el riesgo de caer en modelos de crecimiento de comercio exterior que ya conocemos demasiado bien y que no le harían bien a nuestras estructuras productivas.

De todas formas, hay atisbos y condiciones favorables en estos momentos, y me gustaría enumerar algunas.

En primer lugar, tenemos una retomada del crecimiento de los países y una capacidad de atraer inversiones extranjeras directas. Como destacaba anteriormente, Brasil es nuestro tercer mercado de exportación en ALADI, Argentina el quinto, Venezuela el octavo y Chile el décimo; quiere decir que tenemos en donde apoyarnos internamente para una primera etapa de apoyo en la integración, para despegar en el desarrollo económico.

Por otro lado, tenemos un gran aumento de la inversión extranjera directa regional, lo cual aumenta los vínculos económicos entre los países, de manera muy acentuada. Colombia, en el año 2009, ha invertido en la región 3.000 millones de dólares; Brasil tiene en estos momentos un stock de inversión en América Latina, de 50.000 millones de dólares; Chile tiene 15.000 millones invertidos en Argentina y 10.000 millones invertidos en Brasil, y México un volumen de 40.000 millones de dólares implantados en la región, 17.000 de ellos en Brasil.

Esto es una base económica de red de relacionamiento que realmente creo que ayuda a los procesos de integración. Por otro lado, tenemos una disminución de la restricción externa y una disponibilidad de financiamiento que hay que fomentar, pero que ya existe, por ejemplo, en la Corporación Andina de Fomento, en FONPLATA, en el BNDES de Brasil y en el Banco del Sur.

Hay un creciente esfuerzo político para aumentar la cooperación tecnológica y política. Por otro lado, existen nuevos mecanismos, como el Fondo de Convergencia Estructural del Mercosur, para el apoyo de los países de menor tamaño y para corrección de las asimetrías, y a su vez, mismo en el seno de ALADI, se está comenzando a conversar sobre la posibilidad de eventualmente, desarrollar un fondo de este tipo.

Por otro lado, los países no han dudado en recurrir a formas heterodoxas en el manejo de su comercio a los efectos de mejorar sus relacionamientos bilaterales. Es conocido el caso de la Medida de Adaptación Competitiva que existe entre Argentina y Brasil, a los efectos de compensar sectores que se vean muy perjudicados en su desarrollo, fruto de la relación bilateral externa, con programas concretos de redimensionamiento y de desarrollo de la competitividad de los sectores que se ven desfavorecidos. Eso es muy posible de ser ampliado a otras condiciones.

El comercio administrado es un elemento que, aunque debe ser manejado con cuidado y limitación, debe ser tenido en cuenta a los efectos de un desarrollo armónico entre los distintos países.

Por otro lado, tenemos que los países grandes han estado dando concesiones unilaterales a otros países en el seno de la ALADI; y tenemos un creciente comercio de manufacturas. El porcentaje de exportación de manufacturas a ALADI es mucho mayor que el porcentaje de exportación de manufacturas al resto del mundo, y es dudoso que haya desvío de comercio.

Nos han acusado permanentemente de que nuestros Acuerdos son ineficientes en términos de provocar desvío de comercio, y no creación de comercio. Sin embargo, estudios recientes, como por ejemplo un estudio de la Cepal, destacaba que: “…el comercio SUR-SUR no sólo no es perjudicial para el intercambio con terceros países, sino que puede resultar beneficioso para expandirlo y diversificarlo en el mediano y largo plazo.”

Esto nos hace pensar en la importancia que tiene, para nuestros países, el desarrollo de Acuerdos de Libre Comercio entre nosotros, lo que hemos llamado Acuerdos SUR-SUR.

Por otro lado, hemos mencionado ya la importancia del cambio político que se ha estado dando en la región, que es muy importante a los efectos de desarrollar la voluntad política que hace falta para llevar adelante el enfrentamiento de los desafíos que se nos han presentado.

Finalmente, creo importante destacar que se está considerando una integración más allá de lo comercial -en todos los ámbitos- con integración productiva, con políticas activas, y con atención a las asimetrías.

Es necesario profundizar el carácter de las negociaciones de la integración. Por ejemplo, alentando la radicación de inversiones cruzadas, manejando con sensatez el comercio administrado; esto es especialmente importante para los países de menor dimensión.

Estos países deben negociar sus asimetrías como lo han estado haciendo en alguna medida en los últimos años.

Cada país debe elegir bien sus fortalezas. Hay que elegir. La estructura productiva no cambia por el mercado. Esto ha sido demostrado de innúmeras maneras en toda la experiencia histórica, y sí puede cambiar a través de intervenciones inteligentes. El hecho de que haya riesgos no nos exime de la responsabilidad de llevar adelante intentos de transformación de la estructura productiva, planificados en función de lo que son nuestras potenciales ventajas dinámicas.

Esa es una tarea propia de cada país, a proponer a una complementación productiva convergente, que es el desafío más grande que enfrentamos en estos momentos, a los efectos de poder caminar todos en conjunto con confianza, con optimismo y con esperanza.

Muchas gracias.