Artículos de Opinión

 

 

   Reimpulsar la postergada integración latinoamericana

 

El anhelo de la integración regional en Latinoamérica existe desde los tiempos de la independencia. Aquel sueño de la "Patria Grande" estuvo presente en el ideario político de los que lucharon por nuestra libertad. Pero hasta el día de hoy sigue costando plasmar en hechos el sueño integracionista. Desde la Alalc (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, creada en 1962), pasando por Aladi (Asociación Latinoamericana de Integración), la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) hasta la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, fundada en 2011) y la Alianza del Pacífico, entre otras instituciones de la integración, nuestra región ha impulsado numerosas iniciativas con diferentes características y diversos grados de éxito para favorecer procesos de integración.

Estos esfuerzos renacieron cuando se inició, a principios de los años sesenta, la Comunidad Económica Europea (CEE), que fue creciendo hasta convertirse la Unión Europea (UE), quizás el caso más exitoso alcanzado  (más allá del traspié del Brexit).

Con un mercado único con libre circulación de bienes, servicios, trabajadores y capitales; una moneda compartida por la mayoría de sus miembros y una política exterior y de seguridad común, la Unión Europea se convirtió en el modelo en las últimas décadas.

La realidad de América Latina ha sido otra. Tenemos una historia que incluye éxitos parciales y tristes fracasos. Nuestro volumen de comercio intrarregional y la integración de cadenas de valor es uno de los más bajos a escala mundial. De hecho, mientras el comercio intrarregional no pasa del 20%, en la Unión Europea llega al 60-70%  y en Asia a alrededor del 50%. 

Los resultados lamentablemente se contradicen con discursos de voluntad integracionista y muchas  veces las acciones desmienten esas declaraciones discursivas.

El escenario global actual muestra algunas tendencias proteccionistas que ponen a América Latina nuevamente en la encrucijada de la integración regional como el camino lógico para mejorar su volumen de comercio e inversiones, y fortalecer sus cadenas de valor. Un saludable ejemplo es el acercamiento entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico que pueden generar un impacto muy positivo en la integración. Los dos bloques iniciaron hace más de dos años un proceso de acercamiento y eso es bueno, pero no suficiente. Para que estas conversaciones sean exitosas, necesitamos un proceso de liderazgo político y técnico consistente y robusto. 

A esta altura de nuestra reflexión cabe preguntarnos cuál es entonces la explicación. ¿Es falta de voluntad integracionista? ¿Es que no entendemos que la integración se hace entre pueblos y Estados y no entre gobiernos de turno con afinidades ideológicas? ¿Es que hay intereses sectoriales que priman sobre el interés general? ¿Será que los procesos se truncan por la inestabilidad política? ¿Habrá mezquindad política de las dirigencias nacionales?

Siendo una región tan homogénea en su cultura y su historia, deberíamos ser capaces de avanzar en un proceso contundente y dinámico de integración.

Ante el postergado desafío de concretar el proceso de integración hay que poner más voluntad política, trabajo técnico y revisar la institucionalidad existente para robustecer sus roles. En este sentido, estamos convencidos de que una de las instituciones ideales para desempeñar un rol protagónico en esta etapa es Aladi (Asociación Latinoamericana de Intercambio /sic/). 

Tras casi 40 años de experiencia, este organismo ofrece desde lo técnico y lo institucional la capacidad y experiencia indispensables para ayudar a reimpulsar nuestro proceso de integración. Todos los países del Mercosur y de la Alianza del Pacífico, más otros países de la región son miembros del mismo.

Fue a través de Aladi que se constituyó un área de preferencias económicas y comerciales pensada para lograr el ambicionado mercado común latinoamericano. Para cumplir con este objetivo se crearon tres mecanismos: una preferencia arancelaria regional (PAR) respecto de terceros países; acuerdos de alcance regional (con la participación de todos los países miembros); y acuerdos de alcance parcial, llamados así porque se celebran entre dos o más de los países miembros, pero no entre todos ellos.

Estos acuerdos preferenciales firmados entre las economías integradas sirven en la medida que contribuyan a reducir los costos de transacción y amplíen el alcance de los acuerdos, mejorando los flujos de inversión, facilitando el desarrollo de encadenamientos productivos y cadenas globales de valor como parte de una estrategia de crecimiento sustentable, facilitando  incorporación de tecnología, mejoras de competitividad y el catching-up para nuestras economías.

Pero para que esta agenda económica avance, debemos contar con un componente fundamental: la decisión y el compromiso de nuestros gobiernos, nuestras empresas y una profunda participación ciudadana. Resulta imperioso trabajar en ello. 

En el 2018 los desafíos de la integración siguen vigentes e imponen una agenda de fuerte acción: elevar el nivel de comercio, integrar cadenas de valor, concretar un espacio mayor de integración, ampliar el marco de derechos ciudadanos en la región y levantar las barreras que impiden la libre circulación de personas.  Evitar la superposición de organismos y superar años de mucha retórica pero con pocos resultados.

La reciente elección presidencial en Brasil parecería reabrir el debate de la integración, pero no debería ser así. Ante cada viraje político que se produce hacia la derecha o hacia la izquierda, no podemos poner en duda el futuro de la integración. 

Los procesos eleccionarios no deberían de ninguna manera afectar los procesos de integración si esta es una política de Estado y trasciende las coyunturas, porque como hemos señalado, la integración no es entre gobiernos amigos o de afinidades políticas o ideológicas de turno, sino entre pueblos y Estados. 

Nuestro desafío es consolidar estructuras institucionales sólidas que queden fuera de las coyunturas políticas. 

La incertidumbre que plantea la economía y la geopolítica mundial, nuestras propias necesidades y nuestra historia y cultura en común, nos indican que hoy es el momento de ser más audaces y acelerar los pasos si queremos crecer como región e integrarnos mejor al mundo.

Opinión de Gabriel Fidel publicada en el diario Los Andes, de Argentina.

NOTA: Las opiniones vertidas en el presente Artículo son de la exclusiva responsabilidad de su autor.