Artículos de Opinión

 

 

   “Integración económica con AL: pertinente y viable”

 

Hoy se presentan condiciones propicias y oportunidades concretas para llevar a un nivel más alto las relaciones comerciales y de negocios entre México y las naciones hermanas de América Latina (AL), incluso desde la perspectiva de la integración económica regional.

El énfasis en el sur del continente es aún más pertinente ante los retos que plantea la deriva proteccionista y de probables guerras comerciales que se observa en el mundo. En particular por la política comercial y en torno a las modificaciones al TLCAN promovidas por la administración del presidente Trump en Estados Unidos, país que concentra más de 81% de nuestras exportaciones.

La racionalidad económica y política de aprovechar esta área de oportunidad es recíproca, desde Centroamérica pasando por el Caribe hasta Sudamérica respecto a México. Existe interés y disposición, y si bien los desafíos son mayúsculos, de lo que no hay duda es que la coyuntura se presta para volver al viejo sueño de Bolívar de tener una Hispanoamérica unida, a partir del motor del comercio y las sinergias económicas.

En ese sentido, habría que aprovechar mucho más los instrumentos multilaterales disponibles, tal como la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), diseñada ex profeso para fomentar la consolidación de un área de preferencias económicas en la región, con el objetivo final de lograr un mercado común latinoamericano. La alianza congrega a 13 países de la región, incluyendo las economías más grandes, con las cuales en el 2017 México comercializó alrededor de 26,000 millones de dólares anuales, aproximadamente, 3.2% del total, por lo que esto representa una ventana de oportunidad.

Un organismo como la ALADI es, además, un vehículo extraordinario para compartir experiencias, lecciones aprendidas y generar alianzas, por ejemplo, las que pueden hacerse en materia de Zonas Económicas Especiales (ZEE) con diversas vocaciones productivas y orientaciones con las que pudieran explorarse complementariedad, como son las 11 Zonas Francas que actualmente tiene Uruguay, sede de la Asociación, en las cuales del 2009 al 2014 se han invertido alrededor de 4,181 millones de dólares y al cierre del 2015 se han creado aproximadamente 13,420 empleos.

México puede y toma iniciativa en este sentido, al contar con un paquete de ventajas logísticas y competitivas que lo hacen puente natural de América Latina con otras zonas y bloques del mundo, así como factor de convergencia interregional: una plataforma para dar cauce y aprovechar a profundidad oportunidades como encadenamientos de valor compartidos, alianzas estratégicas y espacios de complementariedad.

El 2018 es un año clave para México en negociaciones comerciales. Las pláticas con Canadá y Estados Unidos tienen un rol protagónico para el rumbo del país en materia comercial; sin embargo, no es exclusivo. En paralelo, sostiene una amplia agenda con varios países y bloques en Europa, Asia y, con renovada relevancia y proyección, en América Latina.

Junto a la renegociación del TLCAN y la modernización del Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, sobresalen los procesos en desarrollo de la Alianza del Pacífico, con nuestros socios y hermanos colombianos, chilenos y peruanos, así como las negociaciones con Argentina y Brasil. Sin olvidar, por supuesto, el Acuerdo Amplio y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP, por su sigla en inglés o TPP 11, tras la salida de Estados Unidos) y sus enormes oportunidades, acordes al peso creciente que tiene la cuenca Asia-Pacífico en la economía global, y en el que refrendamos la sociedad que tenemos con Chile y Perú del lado latinoamericano.

La Alianza del Pacífico, acuerdo de vanguardia por sus contenidos y alcances, puede verse como un ensayo prospectivo de lo que podemos construir en la línea de la integración regional. En la misma semana en que se suscribió el TPP 11 en Santiago de Chile, el pasado 8 de marzo los presidentes de los cuatro países de este bloque que entró en vigor en el 2013 acordaron, entre otras cuestiones, acelerar el proceso para que Canadá, Singapur, Nueva Zelanda y Australia ingresen como estados asociados, además de los dos candidatos oficiales a integrarse: Costa Rica y Panamá.

Todos los tratados de los cuales México forma parte tienen el propósito común de trabajar en conjunto para aprovechar oportunidades, con una oferta de valor que sume las ventajas comparativas de cada integrante para incrementar la competitividad como equipo y de cada uno, tanto en las exportaciones como en las importaciones. Así, el tratado trasciende más allá del comercio, a través del concepto innovador de la integración productiva. Por ejemplo, la integración productiva incluye la integración de embajadas y consulados con servicios compartidos a través de la modalidad de “techo único o compartido” y el Mercado Integrado Latinoamericano, que sincroniza las bolsas de valores de Colombia, Chile y Perú, a lo que eventualmente podría sumarse el mercado bursátil mexicano.

Sin embargo, si bien este bloque representa a 217 millones de habitantes y casi 41% del PIB y 57% de las exportaciones de la región, es una escala intermedia comparada con las dimensiones que podrían alcanzarse al agregarse, con una orientación equivalente o similar, el resto de América Latina, en particular los países que conforman el Mercosur. Este conglomerado constituido por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y al que está por adherirse Bolivia (Venezuela está actualmente suspendido), representa a más de 275 millones de personas y más de 82% del PIB sudamericano.

La importancia estratégica de las negociaciones bilaterales vigentes con Brasil y Argentina da cuenta de la vasta capacidad todavía por desarrollar.

La profundización del Acuerdo de Complementación Económica 6 (ACE 6), que México firmó en 1993 con Argentina, en la que se trabaja en su actualización desde el 2016, es fundamental para ambos países: para México, como mercado en crecimiento de manufacturas, en particular en el sector automotriz. Para la contraparte, en lo respectivo a su oferta agropecuaria, que igualmente conviene a México para diversificar fuentes de suministro, como lo son los granos. El intercambio histórico ha sido de poco más de 2, 326 millones de dólares anuales, cuando el Acuerdo sólo abarca 35% del universo de bienes comerciados. Para dimensionar, en el TLCAN el intercambio diario entre los tres países es de casi 2,600 millones de dólares.

Con Brasil el potencial es inmenso. A pesar de lo limitado del acuerdo vigente, es nuestro octavo socio comercial y el primero en Latinoamérica. Desde el 2002 está en vigor el ACE 53. Se estima que las fracciones libres de arancel podrían triplicarse (hasta unas 4,500) y duplicar en 10 años el comercio bilateral, de 9,121 millones en el 2017 a más de 18,000 millones de dólares anuales.

En otras zonas el potencial es también formidable. Por ejemplo, con Centroamérica, el comercio ha crecido a una tasa anual de más de 13% y el año pasado ascendió a 10,900 millones de dólares. Se estima que el monto podría duplicarse en cinco años.

México tiene las condiciones necesarias para ser punta de lanza en materia de comercio exterior. Una red de 12 Tratados de Libre Comercio con 46 países, con acceso potencial a alrededor de 1,200 millones de consumidores. Posición geográfica estratégica, puente entre continentes y regiones e ideal para operaciones logísticas y de consolidación de cadenas productivas internacionales. Además, una capacidad exportadora que en materia de manufactura supera al resto de América Latina en conjunto.

A estos factores hay que agregar todo lo que ofrecen las ZEE para agilizar y hacer más eficientes dichas actividades, reducir costos e incrementar la competitividad. Una vía muy concreta es lo que la zona de Puerto Chiapas hará por la integración de México con Centroamérica, pero en todas las demás que están por arrancar, hay una oferta de valor muy concreta, con corredores multimodales tan competitivos para las conexiones con los mercados más dinámicos del mundo, como en paquetes integrales de estímulos.

Es el tiempo de México para asumir ese papel, con un rol proactivo en un relanzamiento de la perspectiva de Bolívar, conectada a los retos y oportunidades que nos da el siglo XXI. El momento es idóneo, pero hay que acelerar la marcha. Las oportunidades no duran para siempre.

 

Enrique Huesca Fernández
Secretario ejecutivo de la Autoridad Federal
para el Desarrollo de las Zonas Económicas Especiales

 

NOTA: Las opiniones vertidas en el presente Artículo son de la exclusiva responsabilidad de su autor. El artículo fue publicado en la edición del 9 de abril de 2018 del diario El Economista de México.