Artículos de Opinión

   La integración en CELAC ¿es posible?

A lo largo de su historia, el desarrollo institucional del proceso de integración de América Latina y el Caribe se ha caracterizado por el surgimiento y proliferación de distintas instancias de integración, regionales y subregionales. Esta multiplicidad de instituciones responde, entre otras, a los diferentes momentos históricos en los cuales fueron creados, a las distintas especificidades temáticas incorporadas dentro de su mandato, así como a las diferencias que naturalmente surgen de las respectivas características políticas, culturales e incluso geográficas de los países que forman parte de la región.

Para el ciudadano de a pie, e incluso muchas veces para los propios tomadores de decisiones dentro de los gobiernos, no siempre es fácil distinguir, dentro de este tramado institucional, las respectivas competencias y agendas que son abordadas en el marco de cada instancia de integración, así como tampoco es fácilmente discernible la medida en que estas competencias puedan superponerse o repetirse.

La relativamente reciente creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), efectuada en el marco de la Cumbre de la Unidad de América Latina (Rivera Maya – México, 23 de febrero de 2010) constituye un avance innegable en este sentido, toda vez que contempla como uno de sus postulados fundamentales, la búsqueda de espacios de convergencia y cooperación entre los distintos mecanismos de integración existentes en la región.

Al respecto, la Declaración de Cancún, emitida en el ámbito de dicha Cumbre señaló la necesidad de “impulsar una agenda integrada, con base en el patrimonio del Grupo de Río y los acuerdos de la CALC, así como de los mecanismos y agrupaciones de integración, cooperación y concertación ya existentes, (…), con el propósito de dar continuidad a nuestros mandatos mediante un programa de trabajo que promueva vínculos efectivos, la cooperación, el crecimiento económico con equidad, justicia social, y en armonía con la naturaleza para un desarrollo sostenible y la integración de América Latina y el Caribe en su conjunto”.

De igual modo, los Jefes de Estado de la región, durante la I Cumbre de la CELAC (Santiago, Chile, 27 y 28 de enero de 2013), señalaron que la CELAC “estará cimentada en el diálogo permanente, sin superponerse o duplicarse con otras experiencias o instituciones regionales y subregionales, y estará fundada en el principio de la complementariedad…”.

La importancia de este tipo de pronunciamientos, entre otros muchos similares emitidos en el proceso de conformación de la CELAC (incluyendo algunos en la pretérita CALC) radica en que de los mismos se desprende una toma de conciencia al más alto nivel político, de la importancia y necesidad de coordinar los esfuerzos en materia de integración en la región, de manera tal que se recojan los logros alcanzados hasta el momento, generando además un proceso que permita su aprovechamiento y generalización a toda América Latina en su conjunto.

En el caso de la ALADI, la Secretaría General de la Asociación fue designada como organismo facilitador del diálogo sobre la dimensión económico – comercial de la integración en América Latina y el Caribe, en función de lo cual tuvieron lugar cuatro reuniones de mecanismos regionales y subregionales de integración que permitieron elaborar una serie de propuestas, actualmente a consideración de los Coordinadores Nacionales de la CELAC.

El ejercicio ha sido interesante, si bien es claro que se trata de un proceso de largo aliento, en cuyo desarrollo se pondrán a prueba las capacidades de los mecanismos de integración de la región de coordinar y compartir esfuerzos, de manera tal que se generen resultados tangibles y concretos en el objetivo compartido de integrarnos para elevar el nivel de vida de nuestras poblaciones.

En este orden de ideas, es nuestra intención hacer un breve recuento, a título estrictamente personal, de algunos de los desafíos que seguramente se presentarán en el camino:

1. El riesgo que supone, sobre todo para los procesos de integración de nuevo cuño, caer en una suerte de mesianismo que lleva a dejar de considerar los logros, que son varios, de algunos procesos de integración de larga data, y que de hecho sustentan y constituyen punto de partida de estos nuevos procesos.

2. La equivocación, ya señalada por el Secretario General de la ALADI, Carlos Chacho Alvarez, en un artículo publicado en este mismo Boletín, de tamizar los procesos de integración a la luz de las ideologías. No es saludable jugar a la guerra fría en materia de integración regional, pues se generan tensiones y “tironeos” innecesarios entre los distintos procesos regionales y subregionales, que únicamente sirven a aquellos actores que encuentran contraria a sus intereses la posibilidad de que América Latina y el Caribe encuentren espacios de convergencia, incrementando sus niveles de autonomía relativa.

3. Los recelos de los propios mecanismos de integración de ir a un proceso ambicioso de convergencia y cooperación. Recordemos que las instituciones tienden a perpetuarse, convirtiendo esa perduración en un fin en sí mismo, por lo que quizá exista un natural recelo a compartir los logros alcanzados bajo un supuesto riesgo de caer en la dilución.

4. Los distintos “ADN” de los organismos involucrados, en donde conviven modelos basados más en la intergubernamentalidad y otros que responden más a marcos inspirados en la supranacionalidad, con mayores o menores niveles de empoderamiento de las instituciones de integración.

5. Lo ya señalado al inicio, respecto de las diferentes agendas y temáticas que mueven a los distintos actores en la región, derivadas de las diversas lógicas políticas, económicas, culturales e incluso geográficas que las inspiran. A manera de ejemplo, la UNASUR se encuentra, si a lo etimológico nos apegamos, más vinculada a la idea del espacio geográfico sudamericano, mientras que la denominación ALADI obedece más a un criterio de índole cultural, a lo “latinoamericano” que nació en su momento debido a la necesidad de buscar una diferenciación y un contrapeso frente a los espacios de influencia anglosajona en el continente.

6. La necesidad de garantizar que los esquemas de integración manejados bajo sistemas de Presidencia Pro Tempore, sin una institucionalidad “pesada” detrás, con las evidentes ventajas que tienen en cuanto a la flexibilidad que suponen y a otros aspectos de índole incluso presupuestaria, no generen un riesgo de “pérdida de memoria” derivada precisamente de la “rotatividad” implícita en dichos sistemas y de la falta de funcionarios dedicados a tiempo completo a hacerles seguimiento.

7. La necesidad de no perder de vista y de aquilatar los avances registrados en este largo proceso de integración regional. A manera de ejemplo, en materia de liberación comercial es mucho lo avanzado y quizá no siempre se percibe de manera adecuada: en el caso específico de la ALADI 51 de las 78 relaciones bilaterales entre sus países miembros se encuentran amparadas por acuerdos comerciales de amplia cobertura, mientras que las restantes 27 relaciones, salvo excepciones puntuales, se encuentran amparadas por acuerdos selectivos o de cobertura parcial.

En este marco, al 2012 el 65% de los ítems estaba liberado y se proyecta que al 2021 este porcentaje ascenderá a 77.4% (sin considerar los avances recientemente logrados, por ejemplo, en el marco de la Alianza del Pacífico).

Este breve recuento no pretende responder de manera negativa a la interrogante planteada en el título del presente artículo. Por el contrario, efectuada esta identificación, debe destacarse el camino seguido por los mecanismos regionales y subregionales de integración en lo que refiere al diálogo en materia económica y comercial en el marco de la CELAC, en donde se ha generado un interesante proceso de identificación de denominadores comunes a ser trabajados de manera coordinada por todos ellos.

Entre los temas identificados se encuentran la instrumentación de un Programa de Facilitación del Comercio para América Latina y el Caribe, incluyendo la certificación de origen digital, la interoperabilidad de ventanillas únicas de comercio exterior, la compatibilización de los sistemas de información económica y comercial existentes en la región, entre otras; la promoción del comercio intrarregional, incluyendo la elaboración del portal de CELAC, etc.

Este es un proceso continuo y seguramente va a ir enriqueciéndose con nuevas propuestas por parte de los organismos de integración. A manera de ejemplo, la iniciativa EXPOALADI URUGUAY 2014, como un gran evento netamente latinoamericano de promoción del comercio intrarregional, en donde en virtud de la dinámica de macro ruedas de negocios, se permita generar un mayor aprovechamiento de los avances logrados en materia de liberación comercial, seguramente pueda contribuir a la perspectiva de convergencia CELAC mediante la participación en la misma de otras iniciativas de integración de América Latina y el Caribe.

De igual modo, temáticas como aquellas vinculadas al comercio intrarregional de alimentos, identificando programas y acciones que permitan incrementar los niveles de seguridad alimentaria en la región; vinculado a ello, el abordaje de los impactos sobre el comercio derivados del cambio climático antropogénico, sea por el desplazamiento de las fronteras agrícolas, sea por la aparición de reglamentaciones ambientales restrictivas al comercio, sea por los peligros que un aumento de la temperatura podría acarrear para algunos pequeños estados insulares, deben ser abordadas también desde una perspectiva regional.

En resumidas cuentas, si bien no es algo que se encuentre exento de desafíos, consideramos que en la CELAC existe un gran espacio para la identificación e implementación de acciones conjuntas, en una serie de temas de interés transversal a toda América Latina y el Caribe, que permitan generar una agenda virtuosa de convergencia de acciones entre mecanismos de integración, incrementando los niveles de integración en la región y, por ende, su capacidad de respuesta conjunta y su fortaleza frente a crisis externas.

Dr. César A. Llona

Nota: Las opiniones vertidas en el presente Artículo son de la exclusiva responsabilidad de su autor.

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